Los problemas físicos de George Bush ponen en peligro su reelección como presidente
La escena de George Bush, semiinconsciente y demacrado, caído a los pies del Gobierno japonés en medio de una cena de gala, puede hacer más en contra de su reelección que todo un año de campaña del rival Partido Demócrata. Nadie ha dado todavía el grito de alarma en Washington, pero parece claro que, a 10 meses de las elecciones y en su peor momento de popularidad, los temores sobre el estado de salud del presidente abren un periodo de incertidumbre en el futuro político de Estados Unidos. George Bush no será el primer presidente que deba desafiar a su propia salud durante una campaña electoral.
Anteriormente, Franklin Delano Roosevelt, en 1944; Dwight D.Eisenhower, en 1956, y Ronald Reagan, en 1984, tuvieron que convencer a los electores de que disponían de energías suficientes para permanecer en la Casa Blanca, pese a los rumores sobre su estado físico. Jimmy Carter también apareció desfallecido en una sesión de jogging durante su etapa presidencial, pero eso no influyó en su posterior derrota en las urnas.Por muy irrelevante que sea la enfermedad sufrida en Tokio, George Bush tendrá que afrontar el año más dificil de su presidencia con la sombra sobre su estado de salud. El incidente ocurrido en Japón, aunque aparentemente no tiene ninguna relación con los problemas de corazón de Bush, se produce nueve meses después de que tuviese que ser hospitalizado en Washington para ser tratado de una arritmia cardiaca.
A poco más de un mes de las primarias de New Hampshire, el estado de salud de Bush, de 67 años de edad, no sólo inquieta a los norteamericanos por la incertidumbre que esto, proyecta, sino que al mismo tiempo obliga a elevar el protagonismo del vicepresidente Dan Quayle, que no ha conseguido hasta ahora ganar una imagen de hombre suficientemente responsable y preparado para sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Todo ello constituye un punto de vulnerabilidad en el que insistirá la oposición demócrata durante la campaña.
Calma en la Casa Blanca
Dan Quayle fue informado del incidente de Tokio en la mañana de ayer por el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Samuel Skinner. Inmediatamente, Quayle se precipitó a aclarar que no se había producido ninguna gestión para la sucesión presidencial temporal y que, por el contrario, había decidido seguir adelante con su proyectado viaje electoral de dos días a New Hampshire.
Quayle acudió alrededor de las nueve a su despacho en la Casa Blanca, donde se vivió durante todo el día un ambiente de absoluta calma y normalidad. Portavoces de la presidencia afirmaron que, a diferencia de lo que ocurrió con ocasión de la enfermedad de Bush en mayo pasado, no había sido adoptada ninguna medida especial ni se tenía previsto facilitar nueva información o partes médicos sobre el estado del presidente.
Anteriormente, otros vicepresidentes, como Lyndon Johnson y Gerald Ford, tuvieron que ocupar la presidencia por fallecimiento o dimisión de sus titulares. El propio Bush se hizo cargo temporalmente de la Casa Blanca durante una intervención quirúrgica de Reagan en 1988.
Sube la Bolsa
Gracias a la diferencia horaria con Japón, el suceso de la cena no parecía haber producido efectos negativos en la Bolsa de Nueva York, que ya conocía la intrascendencia de la enfermedad del presidente cuando abrió sus operaciones y que a media mañana se dirigía hacia un nuevo ascenso de su índice.
Los médicos aseguran que la gripe intestinal que ha aquejado al presidente se ha agravado por la intensidad de un viaje que le ha obligado a bruscos cambios en los horarios de las comidas. Esa enfermedad, muy común actualmente, provoca una deshidratación con consecuencias algo más peligrosas en pacientes por encima de los 65 años.
Durante su gira, Bush, un hombre corpulento y atlético, no ha dejado de practicar el deporte. A diferencia de Reagan, Bush es un presidente extraordinaria, mente activo que dedica muchas horas al trabajo. En los días pasados reconoció que estaba tomando un somnífero llamado Halcion, que se vende con receta médica y es muy común entre las personas que deben realizar frecuentes viajes y tienen problemas con los cambios horarios.
Un viaje muy controvertido en EE UU
A. C.La enfermedad de Bush llega en el peor momento y en el peor lugar. Para su desgracia, el presidente norteamericano ha ido a desmayarse cuando los problemas económicos que aquejan a Estados Unidos habían reducido en casi 30 puntos su índice de popularidad, y al final de un controvertido viaje en el que Bush trataba de justificar su larga ausencia de Washington con la promesa de que estaba buscando puestos de trabajo para los norteamericanos.
La gira, que tuvo que ser aplazada en el mes de noviembre, estuvo precedida de fuertes críticas por el exceso de tiempo que Bush dedica a la política exterior. En esta gira, que concluye mañana, el presidente empleará 12 días y recorrerá más de cuarenta mil kilómetros.
Después de haber cubierto con escaso eco las etapas de Australia, Corea del Sur y Singapur, la salud del presidente se ha quebrado precisamente en el único país al que le llevaba una misión de gran interés. Bush fue a Japón acompañado de destacadas figuras de la industria norte americana, empeñado en compensar el desequilibrio de las relaciones comerciales entre los dos países. A juicio de los expertos en Washington, ese objetivo parecía sólo a medias cubierto hasta ayer, aunque queda todavía el día de hoy, considerado como el más importante del viaje.
Para muchos norteamericanos Japón, por su penetración en el mercado de Estados Unidos, es precisamente uno de los principales culpables de la mala situación de la economía de este país. Entre los 21 empresarios que acompañan a Bush en su viaje se encuentran algunos de los más férreos defensores del proteccionismo y de los más firmemente convencidos de que hay que detener la invasión comercial nipona.
El único sentido, por tanto, que, de cara al electorado norteamericano, tenía este viaje era el llegar a un acuerdo con las autoridades japonesas para solucionar ese conflicto.
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