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Tribuna:
Tribuna
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Necesitamos cristianos locos

Este prosaico mundo necesita un poco de locura. La Iglesia se ha puesto pesada con sus vueltas atrás y sus frenazos a los curas seglares más movidos; la política hace abrir la boca a los ciudadanos por su aburrimiento; los pensadores no saben hacernos pensar, sino sólo decirnos, con acopio de pesadísimos datos y teorías, lo que otros pensaron; la sociología sólo sabe, hacer estadísticas y más estadísticas, que difícilmente coinciden con la realidad que tocamos con nuestras manos todos los días, y desaciertan al prever lo que va a pasar, como ocurrió con las elecciones polacas, por ejemplo; los economistas discuten y discuten sin saber explicarnos los procesos que pasarán mañana y sus consecuencias para el futuro casi inmediato; los politólogos no han sabido acertar en adivinar ayer, y orientar hoy, el desmoronamiento del Este, y la historia que se nos cuenta de nuestra Iglesia española se ha aguado de tal modo, que es irreconocible para los que la vivimos y padecimos en tiempo de Franco. En el plano religioso son muchos los españoles desanimados primero y desapuntados después, a pesar de las optimistas estadísticas manejadas por el mundo religioso de nuestra nación. Los que todavía creemos, en el Evangelio y nos gustan nuestros grandes pensadores españoles del gran Siglo de Oro, tan independientes y originales, somos considerados como herejes o poco menos, o se nos tacha de ignorantes e irresponsables destructores de la religión auténtica", que está en manos del establishment clerical de la Roma . que gobierna el Papa polaco, queriendo volver a la cristiandad medieval, mezclando política y religión represiva bajo su mando. Yo me encuentro a disgusto con todo ello, pero, sin embargo, me siento a gusto con lo que hicieron y pensaron muchos personajes católicos de la historia -elevados a los altares- siglos después de perseguidos por su propia Iglesia-, y que nunca cayeron en tamaña idiocia de ciegos y sumisos creyentes. El cardenal Billot, perseguido por Pío XI, recuerda que san Basilio fue acusado de hereje; san Cirilo, depuesto por un concilio de 40 obispos; inculpado de brujería san Juan Crisástomo; condenado solemnemente por el Santo Oficio san José de Calasanz; san Ignacio de Loyola sufrió la iras del, santo tribunal,. y lo mismo san José de Cupertino; san Juan de la Cruz fue encerrado en una inmunda cárcel por sus compañeros y s uperiores; santa Liduina, atacada por su párroco, tronando públicamente contra ella, y, dados por locos la beata Columba o san Juan Bosco. Me siento a gusto también con los que,desde fuera del cristianismo, supieron orientar a los humanos en sus deseos de algo mejor, y se entregaron a luchar por ello, como el budista rey Asoka ayer en la India y hoy el reformador social Vinoba. Y estoy con éstos porque la vida me ha enseñado que nadie -ni Papa, ni político, ni filósofo- es propietario absoluto de la verdad, sea el que sea su marchamo intelectual o religioso. Nosotros tuvimos en España personajes que, desgraciadamente, ya no abundan en el sumiso y, a veces, hipócrita catolicismo - actual. Leo y releo con fruición al gran teólogo domínico, experto en el místico Taulero, o en Vitoria y Soto, padre Getinol- que escribió un libro precursor del Concilio Vaticano, llamado Del número de los que se salvan, abriendo los brazos a los fallos humanos morales o intelectuales, siempre producto de la debilidad y no de la mala fe. Otro fue el padre Arintero, también dominicó, cuyo libro en varios tomos sobre Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia vale bastante más que la mayoría de las obras católicas hoy publicadas bajo el temor al nuevo Santo Oficio, dirigido por el germano Ratzinger, que más parece discípulo del duro Hifier que del comprensivo Jesús del Evangelio de Lucas. Todos ellos fueron frenados por Roma; y, sin embargo, ninguno escribió línea alguna contradiciéndose, a pesar de esas amonestaciones. El miedo cunde hoy entre algunos obispos más avanzados, lo mismo que entre los teólogos de nuestro país. Y apenas tenemos seglares que se dediquen a este menester y puedan, como el profeso! Jaime Torrubiano hace más de 50 años, hermanar la erudición de primera fila con el pensamiento independiente, publicando libros hoy injustamente olvidados, como el editado en 1926, sobre El divorcio vincular y el dogma católico, demostrando que el catolicismo podía y debía aceptar el divorcio pleno en algunos casos límite e irreversibles. Tendríamos que,sostener, como Juan XXIII, con la palabra y el ejemplo, que "sin un poco de santa locura la Iglesia no podrá extender sus pabellones" ni hacer nada positivo para los hombres, ya que sólo quiere hoy encerrarse incontaminada en sus bastiones. Hay que volver a curas como el padre Llanos, un poco loco de esa locura que pedía Juan XXIII y describe excelentemente su biógrafo actual, González Balado. Una locura que se compromete, a resultas de equivocarse muchas veces, pero que sabe seguir adelante difundiendo su comprensión y apoyo al que sufre abandono humano espiritual y material, haciendo nuevos ensayos para remediar las, preocupaciones humanas, sin pensar ni en el derecho canónico ni en las teologías romanas que paralizan cuanto tocan. Hay que fomentar personajes dispuestos a- tirar hacia adelante en provecho de los demás. El contrarrevolucionario conde de Maistre es bien poco conocido por sus arriesgadas acciones montando en los primeros inventos aeroespaciales, como fueron los aerostatos, en. la época que el papa Gregorio XVI se oponía al nefando invento del ferrocarril, y mantenía amistad y estrecho contacto con martinistas, iluministas y masones, para dar testimonio dialogal dé su abierta fe; Albert Camus encontrá en él chocantes analogías entre su concepción de la historia y la de Marx. Los dáballeros andantes fueron original creacion de la Iglesia, y hoy el padre Coughlin fue el enemigo número uno del new deal del presidente Roosevelt en EE UU, porque no se preocupaba bastante de los desamparados, y además les iba a meter en la guerra mundial. El alernán padre Leppich tronaba en mítines multitudinarios contra las injusticias sociales, después de la guerra de 1939 a 1945, y fundé, para solucionarlas, 350 ciudades y 1.500 "grupos de choque de amor al prójimo". Giorgio La Pira fue el loco alcalde de Florencia que paseaba por las calles sin escolta, y se desprendía del abrigo para dárselo a cualquier pobre que pedía limosna, pero usaba también de su autoridad para establecer apoyos locales o estatales de carácter socialista, a pesar de la enemiga furibunda de su mentor, el famoso creador de la democracia cristiana italiana, Doni Sturzo. O la baronesa de Hueck, que vivió voluntariamente durante años en lalmás absoluta pobreza, para saber de primera mano cómo estaban los marginados de Nueva York y poder hacer campaña concreta entre los católicos y aquellos obispos que consentían esta situación. O el arquitecto Danilo Dolci, con sus bandidos de Dios en la marginada Palermo, como hizo nuestro ingeniero Alfonso Carlos Comín en el sur denuestra Península. O nuestro filósofo Ellacuría, haciendo opcion por los pobres y muriendo asesinado en el empeño. Ésta es la locura inventiva que necesita nuestro decaído mundo cristiano, lo mismo que el profano, sin hacer distinción de creencias., es teólogo

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