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CEI

Hasta que Le Carré no nos lo aclare, el misterio de cómo la URSS se ha transformado en la CEI marcará el fin del milenio, a la espera de octubre del año 2017, mes en el que, según las últimas revelaciones secretas de la Virgen de Fátima, volverá a producirse una revolución en Rusia. La cantidad de topos que había en el comunismo soviético era tal que ya no podemos considerarlos topos. Hay que empezar a pensar que la URSS ha vivido, al menos desde los años treinta, la experiencia anticomunista más dura y tenaz de toda la historia y que menos mal que los nazis la invadieron y el capitalismo la acosó, porque de lo contrario la URSS se hubiera convertido en la CEI hace muchos años, probablemente al final de los años veinte.Durante 60 años, una burocracia política ha tenido que ocultar sus sentimientos e ideas y fingir una militancia comunista en la que les iba la vida, porque parte de las reglas del juego consistía en que aquel al que se le notara que no era comunista, zas, al cadalso, y al que se le notara que lo era en demasía, zas, también al cadalso. Los que no fueron al cadalso se reprodujeron, y en el código genético transmitían a sus hijos la consigna del disimulo y el justo término medio entre la creencia y el escepticismo, a cambio de seguir formando parte de la clase política dirigente. Por fin la revolución parió a dos mutantes destinados a convertir en oficial la realidad secreta, pero la revolución, como toda abstracción original con voluntad de finalidad absoluta, jugó dos cartas: el reformismo de Gorbachov y el rupturismo de Yeltsin.

La ley de la oferta y la demanda ha dado el triunfo a Yeltsin, y Gorbachov acabará sus días dirigiendo la sección de paraísos soviéticos perestroikos, en Disneylandia, a no ser que Bush confiese y diga lo que todo el mundo ya sospecha: "Sí, yo también, George Bush, pertenezco, siempre he pertenecido al KGB".

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