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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciudades asesinas

LAS ÚLTIMAS noticias sobre asesinatos masivos de niños en las grandes ciudades de Brasil y Colombia muestran la emergencia siniestra de una situación urbana que colma de criminalidad y miseria a buena parte del mundo subdesarrollado. El monstruoso crecimiento de las metrópolis en las áreas del Tercer Mundo las ha convertido en auténticos infiernos de supervivencia. En 1950, seis de cada siete aglomeraciones urbanas con más de cinco millones de habitantes se encontraban en los países industrializados (excluida Shanghai). Actualmente, de las 37 urbes con más de cinco millones de habitantes, 25 se emplazan en el Sur. La población de Kinshasa se ha multiplicado por 20; la de Lagos, por 30; la de Abiyán, por 35...El declive de la agricultura y la crisis económica general en esas zonas han hecho a cientos de miles de personas concebir sus únicas esperanzas de supervivencia en torno a la mendicidad, la pequeña rapiña y la manutención a partir de los desechos. Enjambres de hambrientos se aproximan a la ciudad pese a la represión policial o a cargo de somatenes y asesinos a sueldo. La tendencia, de otro lado, parece haber desbordado todo control, y los pronósticos sobre crecimiento urbano de aquí al final de la década vislumbran una población de 31 millones de habitantes en la capital de México, de 26 millones en Sáo Paulo y de más de 15 millones en Río, Bombay y Calcuta.

Sin haber desaparecido la pobreza en las zonas rurales, su presencia se ha desplazado hacia los márgenes de las ciudades, y actualmente, el 85% de los pobres de Venezuela, el 75% de los desamparados de Brasil o el 69% de los indigentes de México se encuentran agarrados a la débil esperanza de las urbes. Deambulan, se acogen a la limosna o tratan de resistir a la muerte entre las fisuras de una estructura caótica. Por si faltara algo a su desdicha, la emergencia de escuadrones de la muerte que eliminan mendigos insdiscriminadamente bajo la advocación de operaciones limpieza culmina el proceso. Una nube de pedigüeños y desarrapados invadiendo los centros comerciales perjudica el negocio de los propietarios, ahuyenta el turismo, muestra la cara extraoficial que en un tiempo pudo ser relativamente enmascarada.

Cerca de cien millones de niños viven prácticamente en situación de abandono en las ciudades del Tercer Mundo. Unos son víctimas de enfermedades crónicas, de desnutrición; otros, de la explotación y el tráfico de menores. La expectativa de la ciudad como centro de una vida mejor dotada de servicios se desmiente cada día. Pero no se trata sólo del Tercer Mundo: en algunos barrios de Nueva York, la tasa de mortalidad infantil ha llegado a ser superior a la de Bangladesh. Y en el mismo Estados Unidos, cerca de veinticinco mil ciudadanos son objeto de asesinato en las calles. ¿Más control, más policías? En Los Angeles existe ya un policía por cada 417 habitantes, y en. Washington, uno por cada 126. El mal de la gran ciudad es en parte consecuencia de los males exógenos, pero de su parte ha creado sevicias tan graves (hambre, delincuencia, droga, marginación, soledad, insolidaridad, superexplotación) como para descalificar a finales del siglo XX todo el proceso de urbanización que inauguró con optimismo el comienzo de la centuria.

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