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Solchaga anuncia que la recuperación económica será lenta y responsabiliza de ello a los salarios

El ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, mostró ayer un panorama más pesimista de la economía española que el anunciado durante la presentación de los Presupuestos del Estado para 1992, hace sólo dos meses. Los indicios de una recuperación son ahora débiles y no acaban de convencer a los ciudadanos, por lo que habrá que esperar hasta que, a lo largo del año, se confirme la reactivación. Solchaga reiteró que el problema fundamental es que no existe moderación salarial, y que esto contrarresta los esfuerzos del Gobierno en la lucha contra la inflación y el desempleo.

Durante la presentación del presupuesto del Estado para 1992, a finales de septiembre pasado, Solchaga anunció que la recuperación de la economía española sería una realidad en 1992 y que en la última parte del ejercicio actual ya se empezarían a notar sus síntomas. Ayer, sin embargo, durante su intervención en el pleno del Senado para debatir esos mismos presupuestos, el ministro de Economía se mostró más pesimista al señalar que "la economía española tiene resistencia a mostrar una recuperación clara". Con todo, sólo modificó dos décimas a la baja la previsión de crecimiento, que quedará en el 2,5% frente al 2,7% estimado inicialmente.Posteriormente, en rueda de prensa, matizo que él sí está convencido de que la recuperación ya ha comenzado en España. El problema es que como los síntomas son tan débiles e incluso contradictorios, los agentes económicos no comparten su opinión y, por tanto, el ambiente de pesimismo durará aún algún tiempo. Además, el entorno internacional tampoco es tan favorable como se preveía hace dos meses.

Como ejemplo a favor de la recuperación, Carlos Solchaga destacó el aumento de las importaciones de bienes de equipo, o incluso los datos de empleo en noviembre. En el lado opuesto se situaría la evolución del paro los meses anteriores.

La reactivación del empleo, dijo el ministro, no será una realidad "hasta que los salarios monetarios no se moderen" ya que, de lo contrario, las empresas seguirán ajustando sus plantillas. Es éste el problema, según Solchaga, que hacen infructuosos los esfuerzos en la lucha contra la inflación.

Existe además una política monetaria "vigilante" pero "nuestros resultados en inflación no son los deseables ya que los salarios no se suman a este esfuerzo". Con este panorama, la inflación se situará este año en torno al 5,7% aunque se mantiene la previsión del 5% para 1992, a pesar del impacto inflacionista que se espera de la subida del tipo general del IVA hasta el 13% y de los impuestos especiales.

Como dato positivo, Solchaga comentó que los organismos internacionales consideran que España presenta unos niveles de déficit público y de endeudamiento que no suponen problemas en la convergencia con otros países de la CE.

Bajo crecimiento

Tras trazar este panorama, el ministro no mostró especial interés en insuflar mayores dosis de optimismo. Antes al contrario. Dijo que Ios presupuestos para 1992 son los mejores para la economía española dadas las circunstancias". Reiteró su preocupación por las tensiones inflacionistas que se producirán a principios del próximo año y evitó dar detalles de las dos medidas de reactivación de la demanda que se producirán en enero: la rebaja de las retenciones y la bajada del IVA que soportan los automóviles.

La rebaja del IVA de los coches será hoy debatida en el Senado. Solchaga solo dijo que, si se produce, "será positiva". Respecto a la rebaja de las retenciones -para ajustar la tabla a la nueva ley de renta- sólo dijo que no recordaba el porcentaje medio de mejora que tendrán los ciudadanos.

Solchaga no varió sus previsiones macroeconómicas para el año que viene e incluso afirmó que los compromisos derivados de la cumbre de Maastricht no harán cambiar la política económica porque ya de antemano está diseñada para converger con los países más avanzados de la Comunidad Europea.

El ministro añadió que el esfuerzo debe ser nuestro ya que Ia economía española no debe convertirse en una especie de convaleciente que pueda sobrevivir gracias a la solidaridad de los demás países".

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