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Tribuna:ANTE LA CUMBRE DE MAASTRICHT
Tribuna
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Una Europa flexible y abierta

Hace seis años, los jefes de Gobierno europeos acordaron establecer el Mercado único para finales de 1992. Sin embargo, al encontrarse en su última reunión en Luxemburgo, había sobre la mesa. nada menos que 29 temas fundamentales por solucionar. Antes de despedirse habían aprobado el Acta única europea, el paso adelante más importante de la historia de la Comunidad desde el propio Tratado de Roma. Esto es, si exceptuarrios a Maastricht.En nuestra reunión de la proxima. semana habrá numerosas cuestiones que resolver. No hay nada nuevo sobre ello. La Comunidad está acostumbrada a los desenlaces de suspense. Pero no tendremos otra mejor oportunidad para preparar a la Comunidad a afrontar los retos de la década de los noventa. Ésa es la razón por la que Gran Bretaña está trabajando para conseguir un resultado positivo.

Tengo una visión clara de la Europa del futuro.

En primer lugar, una Europa flexible. La unión europea que estamos creando no debe trabarse con la creencia de que sólo hay una manera de hacer las cosas. Algunas materias -el comercio y la agricultura, por ejemplorequieren el marco tradicional del Tratado de Roma. No obstante, al emprender nuevas formas (le cooperación europeas debemos preguntarnos si tiene sentido emplear sólo aquel modelo.

También podemos seguir logrando mucho a través de la cooperación entre los Gobiernos. En los últimos años, el Reino Unido ha colaborado con sus socios para convertir en realidad la política exterior europea. Los refugios establecidos para los kurdos al norte de Irak tuvieron su origen en una propuesta británica formulada en el Consejo Europeo el pasado mes de abril. No obstante, ni Gran Bretaña ni ningún otro Estado miembro por sí solo habría conseguido internacionalmente que la propuesta se pusiera en práctica. Tuvimos que trabajar juntos para lograrlo. Más recientemente, la firme y unánime respuesta de los Doce al malogrado golpe de Estado soviético ayudó a fortalecer la democracia.

Policía europea

De gran envergadura también es nuestro programa de medidas para proteger a nuestros ciudadanos contra la delincuencia internacional, los mafiosos, el narcotráfico y el terrorismo. Se está creando un servicio europeo de información sobre drogas. Hemos llegado a un acuerdo sobre un convenio para atajar las solicitudes fraudulentas de asilo. Gran Bretaña apoya la idea de crear una Europol -una versión europea de la Interpol- para dotar nuestra cooperación policial de una base más coherente.

Lo que nos hacen falta no son modelos abstractos y marcos rígidos, sino fórmulas que funcionan en la práctica. Las estructuras que no funcionan son inútiles. Las fórmulas que sí funcionan no tienen precio. La cooperación no es menos europea, ni menos encomiable, porque esté gestionada sobre una base intergubernamental. Concentrémonos más en los resultados y menos en los métodos.

En segundo lugar, una Europa democrática. El mundo que nos rodea avanza hacia estructuras menos remotas. La Comunidad también debe asegurarse de que el poder se mantenga lo más cerca posible de los ciudadanos.

El Parlamento Europeo tiene un importante papel que desempeñar. Estamos dispuestos a otorgarle mayores poderes, para que realice un seguimiento más riguroso de la Comisión, erigiéndose en guardián de los asuntos presupuestarios de la Comunidad. También estamos dispuestos a conceder al Parlamento Europeo alguna influencia adicional en materia de legislación.

Pero también tenemos que lograr una mayor participación por parte de nuestros parlamentos nacionales. La democracia empieza en casa. Los parlamentos nacionales siguen siendo el estamento al que acuden institivamente los ciudadanos cuando desean plantear un tema político exponer un agravio. Quiero ver los parlamentos nacionales y al Parlamento Europeo establecer una verdadera asociación en la Europa de los años noventa.

En tercer lugar, una Europa eficiente. Para ello es necesario establecer el nivel correcto de responsabilidad. En algunas áreas, como la protección medioambiental o el transporte transfronterizo, pueden tener sentido las medidas adoptadas a nivel europeo. Seguiremos analizando las propuestas de incrementar la influencia de la Comunidad. Pero todo incremento de los poderes de la Comunidad debe conllevar beneficios prácticos que no puedan alcanzarse nacionalmente.

Debemos asegurarnos de que, cuando acordamos algo en Bruselas, lo ponemos en práctica adecuadamente. Los servicios y las libertades previstos en la. legislación europea no deben quedar arrinconados en un baúl, sino que deben llegar hasta los ciudadanos y las empresas.

Cuando los Estados miembros incumplen sus obligaciones, debemos disponer de un estricto sistema para obligarles a cumplirlas. El proyecto de tratado que tendremos sobre la mesa en Maastricht, partiendo de propuestas británicas al respecto, permitirá al tribunal imponer sanciones económicas a cualquier Estado miembro que no adopte medidas para cumplir una sentencia del Tribunal Europeo. Ello dotará al tribunal de los poderes que necesita.

En cuarto lugar, una Europa próspera. Debemos cumplir nuestro compromiso con el libre comercio y el incremento de la competencia y de las posibilidades de elección, que los fundadores de la Comunidad establecieron en el Tratado de Roma. El programa de mercado único es hoy el motor de la integración económica porque está eliminando barreras en beneficio de los consumidores. Debemos evitar una excesiva burocracia, la cual no hace sino ahogar el espíritu empresarial, destruir puestos de trabajo e impedir a nuestros socios menos prósperos competir. Debemos mantener el movimiento del comercio mundial.

Para que funcione, la unión económica y monetaria deberá desarrollarse sobre una base de verdadera convergencia en los resultados de las economías nacionales. Dar un salto al vacío sería un desastre. En el caso del Reino Unido, la decisión de avanzar hacia una moneda única deberá ser adoptada en su momento por el Parlamento británico.

En quinto lugar, una Europa eficaz en el escenario mundial. Estamos comprometidos con el concepto de la actuación conjunta en materia de política exterior. Estamos dispuestos a poner el acervo diplomático internacional del Reino Unido al servicio de los Doce. En la mayoría de los casos, los Doce deberemos trabajar juntos, y así lo haremos. Pero no todos nuestros intereses son idénticos en todo el mundo. El tratado que tendremos sobre la mesa en Maastricht deberá sopesar las ventajas de la actuación conjunta y el derecho de los Gobiernos a adoptar, en su momento, las decisiones nacionales independientes que sean fundamentales para el desarrollo de su política exterior.

Vínculo transatlántico

Europa deberá ser más activa en lo que respecta a su propia defensa. No obstante, debemos conservar el vínculo transatlántico, y construir al mismo tiempo una identidad europea de defensa a través de la Unión Europea Occidental. Debemos estar dispuestos, todos, a compartir los riesgos militares y los gastos económicos de la defensa colectiva.

En sexto lugar, una Europa abierta. No estamos meditando sobre el futuro de la Comunidad dentro de un vacío, sino dentro de un mundo en ebullición de cambios. Nuestra futura prosperidad depende de la salud del resto de nuestro continente. Ya hemos intervenido en el fomento de la democracia en Europa central y oriental. Debemos seguir trazando el derrotero durante el resto de la década, mostrándonos abiertos a la ampliación de la Comunidad, empezando por los países de la Asociación Europea de Libre Comercio, pero abarcando después a las nuevas democracias del Este. Podemos tener una Europa unida y libre, o una Europa dividida, en la que algunos países se irían hundiendo en un oscuro abismo de caos económico y disensión política. Éste es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la Comunidad desde su fundación. Debemos movilizar nuestra fuerza democrática y riqueza económica para unir nuestro continente en lazos de libertad y prosperidad.

He aquí mi programa para Maastricht. No me disculpo por el hecho de que se trate de un programa práctico, concebido para maximizar la influencia de Europa a escala internacional. Estoy orgulloso de los éxitos de la Comunidad y quiero que lleguemos a un acuerdo en Maastricht. Pero no a cualquier acuerdo. El acuerdo que yo persigo es aquel en el que se consiga el equilibrio entre las instituciones y los ciudadanos europeos; aquel que ofrezca la perspectiva de una mejor y auténtica cooperación, y aquel que envíe el mensaje adecuado al resto del mundo y, especialmente, al resto de Europa.

Todos tendremos que ceder si queremos que este Consejo Europeo, al igual que el que tuvo lugar hace seis años, encuentre el camino a través de la jungla de asuntos pendientes. Yo acudiré dispuesto a negociar, y dispuesto a allanar el camino hacia una Comunidad más eficaz, democrática y abierta.

John Major es primer ministro del Gobierno del Reino Unido.

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