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París recuerda a Max Ernst con una retrospectiva de su obra

250 creaciones, reunidas en el centenario del artista alemán

El pintor alemán Max Ernst murió a los 85 años de edad sin haber podido descubrir dónde había ido a parar el loro de su infancia, aquel pájaro vistoso y parlanchín que desapareció misteriosamente de su vida de niño el mismo día en que nació su hermana. Ernst buscó al loro por los océanos del azar, el juego, lo sobrenatural y los sueños. No lo encontró, pero en el camino aprendió la ironía y descubrió los continentes artísticos que hasta el próximo 27 de enero expone el parisiense Centro Georges Pompidou.

La retrospectiva del Pompidou rinde homenaje al artista con motivo del centenario de su nacimiento. A través de 250 collages, dibujos, pinturas y esculturas, recorre la biografía de Ernst desde sus comienzos como activista dada en Colonia a sus últimos años de maestro consagrado en París.Ernst nació en 1891, en Bruhl, cerca de Colonia. Para explicar su personalidad, él mismo solía citar dos anécdotas de su infancia. Una, la del loro desaparecido el día del nacimiento de su hermana; la otra, su fuga del hogar a los cinco años de edad, para intentar seguir la ruta trazada en el cielo por los cables del telégrafo. El loro podía encontrarse al final de aquella ruta.

Tras estudiar filosofía e historia del arte, practicar el ocultismo, empaparse de la poesía de Rimbaud y entrar en contacto con las teorías freudianas, Ernst se convirtió en 1919 en el animador del movimiento dada en Colonia. Fue el periodo del descubrimiento del collage, con el que daba réplica artística al caos de la recién terminada I Guerra Mundial.

Tras la desaparición de dada, Ernst se instaló en París invitado por André Breton, y sumó su estrella a la constelación surrealista.

La lectura del Tratado de pintura de Leonardo de Vinci daría un nuevo impulso a su exploración hasta llegar al frottage, la técnica usada por todos los niños: frotar un lapiz sobre una hoja de papel blanco encima de una moneda.

Tres años más tarde, huyendo de la Gestapo, abandonó la Francia ocupada y se instaló en EE UU. Tras su regreso a París, Ernst fue expulsado del movimiento surrealista por aceptar el gran premio de la Bienal de Venecia. Murió en la capital francesa en 1976 sin haber encontrado el loro, pero habiendo caminado mucho en pos de los cables del telégrafo.

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