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Intento de última hora para parar a Duke en Lousiana

Antonio Caño

Para Katherine Johnson, que hace años vio quemar la casa de su familia por unos cuantos blancos ahítos de cerveza, todo esto es una pesadilla. Ayer acudió a votar temprano a un colegio de las afueras de la Nueva Orleans con un objetivo compartido por todos los negros de Luisiana y por el grueso de la sociedad norteamericana: parar a David Duke. Puede ser demasiado tarde. El candidato republicano a gobernador, ex nazi de 41 años de edad y ex miembro del Ku Klux Klan, aupado por el descontento de la clase media, se ha convertido ya en un fenómeno de dimensión nacional.

Nunca en la historia de Estados Unidos unas elecciones para gobernador habían acaparado tanto interés y tanta preocupación. Pocas veces como ahora el Estado de Luisiana, uno de los reductos de pobreza y de marginación del sur del país, se había sentido foco de la atención mundial.El resultado final de los comicios era imprevisible, debido a la escasa diferencia que separa en las encuestas a Duke del candidato demócrata, Edwin Edwards, de 64 años. En las primarias de octubre Edwards aventajó a su contrincante por sólo 2 puntos. Desde entonces cerca de 40.000 negros más y otros tantos blancos se han registrado para votar.

La actividad pública de los seguidores de Duke ha aumentado, pero también ha crecido el movimiento de oposición contra el antiguo brujo del KKK.

Los grandes medios de comunicación norteamericanos, la clase política y económica las principales instituciones del país han entrado en acción para evitar la victoria de David Duke. Hasta la liga de fútbol americano ha amenazado con no celebrar en Nueva Orleans la final de la "Super Bowl si Duke resulta elegido.

Momento peligroso

The New York Times ha definido el caso de Luisiana como un momento peligroso en la historia de Estados Unidos". Los hombres de negocios han amenazado con suspender las convenciones en Nueva Orleans y con desviar el turismo hacia otros Estados. El presidente George Bush ha advertido que Duke no pisará jamás la Casa Blanca."¿Por qué están tan nerviosos? Yo no soy candidato a la presidencia" dijo Duke el viernes en su mitin de cierre de campaña. La sola mención de esa posibilidad pone los pelos de punta a la gente que teme que este personaje formado en la fuentes ideológicas del nazismo y el racismo se haya convertido ya en una figura con aspiraciones de participar en la política nacional. El 40% de los fondos de las campaña de Duke proceden de fuera del Estado de Luisiana.

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"Cuando esto acabe, y suceda lo que suceda, Duke se habrá convertido en el líder de la derecha racista en Estados Unidos. Más que eso, existirá de hecho en el país una derecha racista legitimada", afirma Lance Hill, dirigente de la Coalición contra el Nazismo y el Racismo en Luisiana.

Si se le desviste de su pasado, puede haber muchos Dukes en este país. Las cosas que hoy dice este apóstol de los blancos se escuchan cada vez más en boca de políticos más respetables: basta de privilegios para negros e hispanos, basta de beneficiencia para los pobres, basta de que la gente que trabaja sostenga a los parados. David Duke ha tocado las fibras sensibles de los trabajadores y de la clase media para llegar a donde ha llegado. Ha apelado a todos sus miedos -el miedo a los extranjeros, el miedo al desorden, el miedo a la corrupción de los políticos- y ha encontrado terreno abonado en un Estado donde la crisis económica llegó mucho antes que al resto del país y donde la actuación de los políticos tradicionales, entre los que se encuentra Edwards, ha sido devastadora.

Lo malo y lo peor

Para mucha gente en Luisiana ésta es una elección entre lo malo y lo peor. Edwards, que ya ha sido gobernador en tres ocasiones, dejó en dos de ellas el cargo entre acusaciones de fraude y corrupción. Todos recuerdan aquí cuando el entonces gobernador fletó un Jumbo y se fue a pasar un fin de semana con sus amigos a París.Edwards es bien conocido en los mejores casinos de Las Vegas y Atlantic City, donde ha dejado decenas de miles de dólares. El mismo ha reconocido en la televisión haber "perdido demasiado tiempo con las mujeres" en el pasado. Pero ha pedido perdón por todo y ha prometido utilizar su cuarto mandato para lavar su nombre. Pese a su filiación demócrata, Edwards tiene más que ver con el populismo tradicional de la política en los Estados sureños.

Pocos están apasionados por votar por Edwards, pero, como dice Henry Mason, profesor de ciencia política de la universidad de Tulane, "si la maldad es relativa, sobre todo en política, los defectos de Edwards no pueden ser comparados con la profunda maldad que representa Duke".

Sólo hay una frase de la campaña de Edwards que estimula a sus potenciales votantes: "Cuando David Duke estaba quemando cruces y asustando gente, yo estaba construyendo hospitales para curarles. Cuando él estaba vendiendo propaganda nazi a finales de 1989 yo estaba distribuyendo libros de texto gratuitos para los niños de este Estado".

Pero ese pasado que repugna a muchos, ha servido para presentar a Duke como la opción radical que otros buscan para cambiar el rumbo en este Estado. Duke ha convencido a sus seguidores de que las acusaciones contra él son "una conjura de la prensa liberal y de los políticos de Washington". "Si yo fuera un liberal", afirma el candidato, "la prensa estaría diciendo ahora: ¡qué maravilla la transformación de Duke!".

Duke, además, ha responsabilizado al liberalismo político en todos los males de este país y ha legitimado los argumentos racistas.

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