"Se ha llegado a la posestupidez"
"Creo que la pasada década será recordada como los dorados años ochenta, donde los temas dominantes fueron el individualismo, el bienestar, el cuerpo, la dieta, el vestido, la moda y lo efímero", razonaba recientemente en Corriere della Sera el maduro sociólogo Francesco Alberoni."Tal vez no hayan sido los peores años de nuestra vida, pero, sin duda, han sido los más insípidos, los más pálidos", le responde Roberto Cotroneo, el joven crítico literario de L'Espresso, que está a punto de publicar All'Indice, una compilación de sus trabajos, breves y punzantes, en la que pretende "reflejar, con las inevitables omisiones, la insostenible estupidez de los años ochenta". "Se ha superado todo límite, se ha llegado a la posestupidez. Diez años de disertaciones sobre cómo comer las aceitunas y sobre el modo de escupir los huesos de las cerezas en una comida oficial", escribe Cotroneo.
¿Y la literatura? "La literatura y la edición se han convertido en el último recurso para esconder abismos, mediocridad, cálculos mezquinos, frustraciones de 30 denarios", sostiene el crítico, que señala: "Los autores de éxito han aumentado más que el producto interior bruto: cada libro es una obra maestra; cada novela hará época. Nacen los jóvenes escritores: no están airados, se prolongan en centenares de páginas hablando sólo de cómo velaron a su abuela; no se ocupan de política; como máximo, entran en la categoría de los marginados (pero con casa en Venecia y loft en Nueva York), y escriben sólo para ellos mismos".
'BowIes, un desastre'
Tampoco con los más veteranos se muestra clemente Cotroneo. Maria Antonietta Macciochi le parece "una mesías cultural con permiso de circulación"; Marguerite Duras, "una profesional de la banalidad", que "incluso ha publicado alguna novela bella"; Paul Bowles, "un escritor de escaso valor literario", cuyo libro más famoso, El té en el desierto, "es también el peor que haya escrito; en suma, un desastre". Y a Hans Magnus Enzesberger le presenta como profeta de un "panteísmo farmacéutico" que sostiene que la literatúra de hoy está "en todas partes".Luego, como signo de los tiempos, están también las celebridades de todo tipo, que, en un cierto punto de sus vidas, deciden presentarse como literatos con el aplauso interesado de los editores. El ejemplo escogido por Cotroneo es el economista John Kenneth Galbraith, a quien advierte de que, con su novela El profesor de Harvard, "ha dado un mal ejemplo y, en cierto modo, ha legitimado a toda la comunidad científica, universitaria y quién sabe a cuántas otras para que saquen del cajón eventuales manuscritos y sumerjan a los editores con sus folios, provocando un efecto comparable al del crash de la bolsa".
Para Roberto Cotroneo, de 29 años, que inició su ruidosa carrera en el periódico económico Il Sole-24 Ore, con el seudónimo de Mamurio Lancillotto, esta decadencia de la literatura se da en toda Europa y es consecuencia primordial de una crisis ideológica y política que ha segado las raíces del escritor. "Si miramos al pasado reciente, Sciaccia narraba la realidad siciliana; Vittorini, el antifascismo; Bassani, el mundo hebreo de Ferrara; Moravia, la burguesía romana; Pavese, el Piamonte. Hoy nadie cuenta nada. A pesar de hechos tan importantes como el terrorismo de los setenta, no hay un solo autor de este país que haya contado la realidad italiana de estos últimos años. Todo es insignificante. Todo es minimalismo", dice. Y añade: "No es casual que la narrativa norteamericana, siempre ligada a la realidad, sea una de las pocas que se mantienen".
Por otro lado, está el cambio profundo del negocio editorial, prosigue Cotroneo. "El fenómeno de concentración empresarial era inevitable, pero, al mismo tiempo, los directores culturales han sido sustituidos por simples managers. Donde antes se sentaron Calvino, Vittorini y Einaudi ahora se sientan simples negociantes, que no saben leer un libro ni tienen autoridad para corregir mínimamente a un autor novel. Adelantan poco dinero y exigen un éxito rápido y continuado".
El tercer pilar del desastre es la crítica, que, "ligada por compromisos a las editoriales, ha aplaudido todo hasta perder cualquier crédito". "Los libros no se venden ya por la crítica, sino por los centímetros cuadrados de entrevistas que logra el autor".
Sombrío panorama, en el que Cotroneo vislumbra una salida para los duros años noventa: "Es verdad. Las ventas demuestran que los lectores todavía tienen criterio, hasta el punto de que se tiene la sensacion de qpe haya concluido una época. En el futuro, los editores quizás miren un poco menos a los rostros aburridos de los escritores de revista satinada y un poco más a las caras curiosas de los que han decidido que ha llegado el momento de contar algo más. Y finalmente, se harán las cuentas con un decenio exasperantemente estentóreo, hinchado y sobrevalorado como el que acaba de concluir".
Babelia
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