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Duke, apóstol del resentimiento blanco

EE UU, inquieto ante el posible triunfo del candidato republicano en Luisiana

Antonio Caño

Algunos negros siguen tocando la trompeta en el barrio francés de Nueva Orleans, ajenos a lo que la política les puede deparar en los próximos días. Pero otros, que tienen grabados en su memoria los tiempos de la cruel segregación racial en este Estado sureño, están aterrorizados. El país entero está conmocionado ante la posibilidad de que mañana se convierta en gobernador de Luisiana un hombre que en su juventud adoraba a Hitler y que piensa que los negros han aportado al desarrollo de Estados Unidos menos que los caballos.

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O la clase política tradicional está en declive o la crisis económica, especialmente aguda en este Estado, ha perturbado la conducta de los ciudadanos, pero el hecho es que David Duke, de 41 años de edad, antiguo brujo del Ku Klux Klan (KKK), defensor de la supremacía de la raza blanca, un populista primitivo que en 1989 vendía publicaciones nazis desde su oficina de parlamentario local, tiene serias oportunidades de obtener mañana la Victoria frente al candidato demócrata, Edwin Edwards.Lo que se cuenta de Duke en Nueva Orleáns es la biografía de un personaje siniestro que engendró su perturbación en el seno de una familia intolerante, con una madre alcohólica y un padre destinado la mitad de su vida en Laos.

El joven Duke se hizo famoso en el colegio cuando quiso aprender alemán para poder leer en su idioma original "al mayor genio que ha conocido la humanidad". "¿Quién?", preguntó el profesor, "¿Kant, Schopenhauer, Goethe, Mann?". "No, Adolf Hitler", contestó el muchacho de 19 años.

Cuando maduró, entro en el KKK, donde enseguida alcanzó el puesto de máximo dirigente, que abandonó en 1979 para comenzar su carrera política dentro del stablishment. "Sé que, si quiero, puedo ser gobernador" dijo entonces en una entrevista.

Se quitó la sotana blanca y el cucurucho para defender con un traje gris las mismas ideas, para convertirse en un apóstol del resentimiento blanco. En 1980 fundó la Asociación para el Avance del Pueblo Blanco, entre cuyas misiones está, por ejemplo, alertar a la población blanca de que los hijos de matrimonios mixtos presentan "problemas dentales y daños en órganos vitales" con más frecuencia que los de parejas cien por cien blancas.

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Hoy Duke, oficialmente candidato republicano, dice que ha cambiado. Dice que ha "descubierto a Cristo" y que ha conocido "a muchos negros que merecen la pena"; pero pocos le creen. Pide comprensión para sus errores del pasado -"¿quién no tiene esqueletos en el armario?"- y quiere el perdón de la gente a la que ofendió; pero la mayoría de los negros, que constituyen más del 27% de la población de Luisiana, no quiere perdonarle. "Para ustedes los blancos- es muy fácil olvidar que alguien perteneció al KKK porque no era a ustedes a los que colgaban de un árbol, pero yo no puedo dormir pensando que la pesadilla continúa, que ahí está Duke, y que después de Duke vendrá otro, y que será así para siempre", dice el dueño de un pequeño comercio. Muchos negros y judíos han anunciado que dejarán Luisiana si Duke resulta elegido.

Duke no es precisamente un intelectual. En una reciente aparición en la cadena NBC fue incapaz de mencionar las tres principales empresas de Luisiana y reconoció que ignoraba que cerca del 25% de la población de su Estado está por debajo del índice de pobreza

"Digo lo que otros piensan"

Que un personaje con ese perfil pueda ser gobernador en Estados Unidos puede explicarse, en parte, por la fustración de la clase media del Estado de Luisiana, harta de pagar impuestos sin observar una mejora de su nivel de vida. Para ellos, a los que la crisis llegó antes que al resto de los norteamericanos, Duke promete simplemente reducir los impuestos, recortar el gasto público acabando con los proyectos sociales, y limpiar el Estado de vagos y criminales. "Yo sólo digo en voz alta lo que otros piensan y no se atreven a decir" comenta Duke sobre su programa político.Con ello tiene asegurado el voto de más de la mitad de los blancos del Estado, a los que ha convencido, además, de que los ciudadanos de otras razas son extranjeros que les están robando su bienestar.

El propio presidente George Bush ha manifestado que si viviese en Luisiana votaría por Edwards. Los hombres de negocios del Estado también piden el voto para el candidato demócrata. Pero esto, al mismo tiempo, contribuye a la imagen de iluminado perseguido que Duke quiere ofrecer. Aunque pierda mañana su figura será una preocupación para este país durante mucho tiempo, y su sombra estará presente en otros momentos y en otras elecciones.

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