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El debate comunitario británico crece en crispación ante la cumbre de la CE

Enric González

El debate comunitario está al rojo vivo en Londres. Los políticos y parlamentarios antieuropeístas se hacen oír poderosamente, a falta de un mes para la cumbre de Maastricht, enarbolando toda clase de argumentos. El más reciente y llamativo, que la unión económica y política de la Comunidad Europea (CE) estimulará el desarrollo del fascismo y el neonazismo por la vía de la frustración nacionalista, fue lanzado el lunes por el ex ministro de Hacienda Nigel Lawson.

Lawson es considerado moderadamente procomunitario -dimitió en 1988 porque Margaret Thatcher se negaba a que la libra ingresara en el Sistema Monetario Europeo- y sigue opinando que una cierta integración económica es deseable, pero afirma que las ambiciones de poder de los eurócratas rebasan ya lo tolerable. Su posición ha sido inmediatamente refrendada por Norman Tebbit, ex presidente del Partido Conservador y cabeza visible -la invisible es Margaret Thatcher- de los antieuropeístas, que ayer manifestó que si se firmaba en Maastricht se tirarían por la borda todas las victorias bélicas británicas, "en las que luchamos por nuestro derecho a la autodeterminación". "Pero si el primer ministro, John Major, no firma los tratados, se asegurará la victoria en las próximas elecciones, porque eso es lo que realmente desean tanto los conservadores como los votantes laboristas", añadió.Mientras, un grupo de diputados ha lanzado una campana publicitaria en la que se recuerada a los británicos que la Comisión Europea ha intentado alguna vez acabar con símbolos y tradiciones tan sagrados como los autobuses londinenses de dos pisos, el reparto de leche a domicilio y el ahumado de arenques. "Acabarán obligándonos a conducir por la derecha", concluye un folleto enviado a millones de hogares.

La campaña excede el ámbito político. Los directivos de la Confederación de la Industria Británica, la gran patronal del Reino Unido, pidieron el lunes en su asamblea general que "el Gobierno no firme si el precio es demasiado alto". El ministro de Industria, Peter Lilley, presente en la reunión y antieuropeísta ferviente, aprovechó para ponerse del lado de los empresarios y lanzar unas cuantas pullas contra el presidente de la Comisión Europea, Jaeques Delors.

Insurrección,

La insurrección, antieuropea amenaza seriamente a John Major a medio año de las elecciones. Varias encuestas realizadas este fin de semana -entre los parlamentarios conservadores revelan que un tercio se opone a la unión económica, y casi la mitad está en contra de la unión política. Con el fin de resolver la cuestión, para bien o para mal, antes de Maastricht, Major ha decidido coger el toro por los cuernos y celebrar un debate parlamentario sobre la Comunidad dentro de dos semanas. El primer ministro arriesgará en el envite su liderazgo en el partido, pero sabrá al menos a qué atenerse cuando viaje a la decisiva -reunión del Consejo Europeo.

Mientras tanto, Major y su ministro de Exteriores, Douglas Hurd, intentan aplacar los ánimos endureciendo sus críticas hacia la CE. Las duras palabras de Hurd en La Haya están dichas para que se oigan en Westminster. El mensaje es que el Gobierno mantiene una posición intransigente en lo que afecta a la soberanía británica, y que si finalmente se firman los tratados, será porque éstos no la socavan. "Podéis fiaros de nosotros", es lo que Major y Hurd intentan decir a sus parlamentarios rebeldes.

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