Pina Bausch, un estilo que no naufraga
Juzgando por lo poco que se conoce directamente o lo mucho indirectamente de la obra de Pina Bausch,Tanzabend -el espectáculo que le ha encargado el Festival de Otoño inspirado en Madrid- no llega a esa parte sustancial en otras obras de su teatro danza: la provocación, la sorpresa, las sugerencias en torrente, la desazón anímica. Parece que Madrid ha ejercido sobre Bausch una influencia suavizante, y sus contrastes le han desmontado sus esquemas sobre la claridad de lo terrible. Tanzabend ofrece una descripción ambigua de sus enmarañadas impresiones dentro de la ciudad, sin apenas interpretarlas y dilatadas en demasiadas secuencias de humor triste.Estéticamente, la obra desvela la madurez de un estilo que tiene su perfil más claro en la enorma personalidad de sus actores. Se articula dentro de un montaje de luz y escenograflia magníficos, que redondean lo que la coreógrafa no ha terminado de hacer.
Tanzabend II
Una pieza de Pina Bausch / Wuppertal Tanztheater. Puesta en escena y coreografía: Pina Bausch. Dirección técnica y luces: Johan Delars. Escenografía: Peter Pabst. Vestuario: Marion Cito. Colaboración musical: Matías Burkert. Músicas de España, Marruecos, Egipto, África Central, Argentina, Brasil; de Peter Kowal, Diamanda Gala, jazz antiguo y lamentos de España e Italia. Madrid, teatro de la Zarzuela, 31 de octubre. Lleno.
Pina Bausch avisó con antelación que no tenía muy claras algunas de las cosas que emplea, y que era una "obra insignificante". No es así. Dura dos horas y media, derrocha medios técnicos, con espectaculares trajes de alta costura, y tiene además cantidad suficiente de belleza formal, de sabiduría escénica y de tiempo para la sutileza. Sólo los que exigen al genio superarse quedaron insatisfechos, pues Bausch ha preferido agradar sin agredir, y ha redúcido la tensión escenica.
Lo que sobra
Tanzabend II es un nuevo collage Bausch donde aparecen imágenes de situaciones y personajes variopintos reconocibles, en diálogo con el público, a plano fijo y volcados literalmente sobre el espectador. Aquí es donde se nota que la coreógrafa no ha dado plumazo a lo que sobra. En secuencias cortadas y sin solución de continuidad surgen precisos solos de danza -en el primero, Dominique Mercy se atrapa con su sentimiento a una voz afónica: ¿el flamenco?- que ofrecen lo más,emocionante de la obra, intimidad, deseos, soledades, por medio de los ya característicos movimientos de brazos y tronco que todo el mundo copia, pero nadie sabe reproducir con la elocuencia de su abstracción.En la segunda parte, la obra sube de categoría, con escenas de ocupación total del espacio, con diversidad de planos de acción y modulaciones de ritmos. La sugerencia aparece claramente. La luz y el decorado, un bosque pelado que aparece y desaparece, ofrecen mil posibilidades de ambiente a cada cual más bello, y donde Bausch se extiende en el retrato psicológico de toda una sociedad.
El juicio que todos esperábamos no llega, pero aparecen con la ayuda de la imaginación de cada uno referencias concretas a esta ciudad y al tiempo en que se hizo el trabajo. Con la sombra de la guerra del Golfo, la indiferencia de todos y el brillo de la urbe. Al término surgió la admiración a la maestría de esta gran figura que humildemente presentaba una nueva obra con la forma de teatro que ella misma inventó hace 15 anos. Los aplausos que recibió la companía de Wuppertal chocabancon la mirada baja y la actitud de incomodidad de Bausch entre sus espléndidos bailarines.
Babelia
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