Madrid, capital de la paz
LA CONVOCATORIA de la conferencia de paz sobre Oriente Próximo para el día 30 de octubre en Madrid es una importantísima noticia por la que merecen parabienes no sólo quienes han de ser los protagonistas de la reunión, sino también sus patrocinadores (EE UU y la URSS) y el Gobierno cuya capital ha sido escogida como sede. Una capital que, además, acogerá por breves horas una cumbre informal de los presidentes Bush y Gorbachov.Una de las frases favoritas de Isaac Shamir, primer ministro de Israel, es: "¿Para qué conceder un punto gratuitamente si no me lo piden?". Es el sentimiento de un negociador nato que, no abandona una reclamación hasta el último instante y que juega todas sus cartas como si la vida de su nación dependiera de cada una de ellas. Ello explicaría la doble maniobra que ayer le impulsó, primero, a romper el diálogo con James Baker, secretario de Estado norteamericano, para inmediatamente después aceptar que éste y su homólogo soviético, Borís Pankin, anunciaran formalmente la convocatoria de la conferencia.
Shamir tiene a la derecha de su partido, Likud, un formidable lobby conservador y antiárabe; de ahí que gran parte de su actividad política esté hecha de concesiones a esta galería. Ello le obliga a no dar nunca la sensación de debilidad, cosa que no le cuesta gran trabajo: nada hay en su actitud que permita sospechar que ha dejado de ser de pronto un halcón. Pero ayer a mediodía debió calcular finalmente que había alcanzado el máximo de concesiones de sus adversarios y levantó su veto a la conferencia. No sin antes firmar el establecimiento de relaciones con Moscú, una conquista diplomática importante, sobre todo. considerando el peso del problema de las colectividades de judíos rusos que quieren emigrar a Israel.
El último escollo había sido el empeño israelí de conocer la lista de los negociadores palestinos, haciendo de su aprobación condición suspensiva para la reunión. Era un requerimiento a todas luces superfluo y dilatorio. Y es que, en el lado palestino, difícilmente han podido hacerse más concesiones con tal de conseguir que se convoque el encuentro. En este sentido, la OLP ha dado en los últimos tiempos muestras de pragmatismo, comprendiendo, tal vez, como había dicho Baker en su anterior viaje a la región, que eran los palestinos quienes más tenían que perder en el caso de que no siguiera adelante el proceso de paz.
Baker se ha ganado con creces el triunfo que supone la convocatoria. Ocho viajes después de anunciar, terminada la guerra del Golfo, que la paz en Israel era el objetivo prioritario de EE UU, ha logrado que todas las partes interesadas se sienten a una mesa. Aunque es cierto que los términos de la negociación han sido forzados en determinados puntos (concesión a Israel de que "no habrá Estado palestino"; aceptación de que la discusión sobre la ilegalidad de los asentamientos en territorios ocupados tenga lugar durante la conferencia y no como cuestión previa), no lo es menos que el proceso de paz exige este primer contacto, aunque dure dos días y no sea más que un esbozo de negociaciones.
Que Madrid haya sido escogida como sede de la conferencia es un significativo reconocimiento a la diplomacia española de los últimos años y a su capacidad de mantener una imparcialidad que no ha sido el rasgo más destacado de las políticas de los colegas comunitarios. En la base del rechazo israelí de otros lugares de reunión (La Haya como capital comunitaria, Nueva York como capital de la ONU, Lausana como capital de la asepsia) ha estado constantemente la sospecha de que la causa judía no encontraría en ninguno de ellos la imparcialidad equidistante.
En el hecho de que Shamir haya aceptado la sede española ha influido, sin duda, el recuerdo de su visita a Madrid en mayo de 1989, tras la que declaró cuánto le había impresionado la dialéctica de un Gobierno español crítico con las posiciones políticas israelíes y no obstante comprensivo con las dificultades que plantea el problema. La conferencia de Madrid será sólo un principio, pero es el único que cabe si se quiere dar una oportunidad a la paz.
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