Sutilidad poética
Una de las cuestiones que más nos han llamado la atención en la pintura de Antonio Doménech (Valencia, 1957) ha sido su clara vinculación poética. Con una evidente fascinación por la cultura francesa, ha ido creando una obra sutil y silenciosa donde las formas aparecen y desaparecen como en un juego de magia. Si recordamos su trayectoria, desde 1987 en el Espai d'Art Contemporani de Valencla hasta ahora mismo, hay algunas cuestiones centrales que se repiten asiduamente. Nos encontramos con objetos solitarios y abandonados que casi huyen de la mirada del espectador (el óleo La bañera, 1987). Sus personajes casi siempre están medio ocultos, de espaldas o son irreconocibles (0nomatopée du, regard, 1988). Las imágenes aparecen como presencias veladas que uno no acierta a descubrir qué son, pero que imagina que ocultan algo, que se protegen de alguna cosa (Le plongeur, 1989). Todo ello nos habla de una visión nostálgica o melancólica, de un aislamiento del pintor que llega a afectar también al espectador. Es la suya una mirada que intenta no traicionar la memoria.
Antonio Doménech
Galería Temple. Calle del Gobernador Viejo, 26. Valencia. Hasta el 2 de noviembre.
Estos aspectos continúan todavía hoy en su obra. Formas evanescentes y objetos difuminados se nos aparecen detrás de una neblina que nos hace comprender la inseguridad de la visión, la fragilidad de las aseveraciones y la imposibilidad de la certeza (Passion, 1991) . Sin embargo, no consiguen estas obras transmitir la vibración interior de cuadros anteriores. La sutileza se ha hecho evidencia, y el rumor, tumulto (Conte pour une une fille, 1991).
Presenta también Doménech dibujos de gran simplicidad y fuerte simbolismo, como una mano solitaria, que ocupa todo el papel, y bien podría ser el símbolo del artista.
Babelia
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