Solchaga evitará políticas de crecimiento que supongan inflación
La Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) -que pone fin a una maratoniana semana de encuentros- aglutinó ayer en el centro de convenciones de Bangkok el máximo de audiencia registrados estos días. La Asamblea del Fondo Monetario es el único foro en el que todos tienen la palabra, y sirve así para que cada una de las delegaciones destaque algún problema o logro de sus país y para que todos remarquen alguna de las conclusiones comunes a las que se ha llegado durante estos días de reuniones.
Este esquema de intervenciones sirvió para que Carlos Solchaga, durante su exposición como ministro español, destacara su determinación de "evitar la estéril tentación" de impulsar el crecimiento económico a corto plazo con medidas que lleven a "una mayor inflación o al empeoramiento de algún otro equilibrio básico". También en este paquete de preocupaciones, Solchaga incluyó que el logro de un crecimiento económico sostenido y no inflacionista es más sencillo "cuando el comportamiento de los agentes se ajusta a los requerimientos del entorno competitivo". Aunque agentes podemos serlo todos, ésta y alguna otra frase del discurso de Solchaga rememoran su fallido intento de alcanzar un pacto de rentas con sindicatos y patronal.
Al igual que buena parte de los intervinientes, el ministro expresó (como presidente del Comité Interino, primero, y como representante español, después) su convicción de que 1992 será el año que marcará el inicio de la recuperación económica.
Según Solchaga, no existen razones objetivas que impidan hacer de 1992 el año de la recuperación, con el único requisito de mantener políticas monetarias y fiscales que garanticen "un crecimiento equilibrado y no inflacionario".
Éstas son las políticas que el FMI denomina "sólidas" y a las que se refirió sistemáticamente el director del Fondo Monetario, Michel Camdessus, durante la inauguración de la Asamblea.
En opinión de Camdessus, todos los países -ricos y pobres, en expansión o recesión, con inflación o sin ella, superavitarios o deficitarios- "deben emprender un proceso de ajuste".
Camdessus aseguró que este ajuste no sólo debe apoyarse en las políticas monetaria y fiscal sino también en la implantación de medidas estructurales que "aumenten la eficacia de los mercados y la libre competencia". Además habría que "redefinir las tareas del Estado" de cara a lograr "menos intervención y que ésta sea más eficaz en los campos en que su participación sea necesaria".
El director del FMI reiteró la necesidad de liberalizar el comercio mundial, es decir, concluir la Ronda Uruguay, y "fomentar el ahorro nacional reduciendo el gasto público improductivo".
Mimetismo
La sintonía del ministro Solchaga con estas propuestas del responsable del Fondo fue casi mimética. Comentó su plan de medidas estructurales como vía para mejorar la producción y el empleo, e hizo un llamamiento para que las tres instituciones internacionales que surgieron en el acuerdo de Bretton Woods -el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT- aumenten su coordinación, además de reiterar su respaldo a la conclusión de la Ronda Uruguay. [Por su parte, el nuevo presidente del Banco Mundial, el norteamericano Lewis Preston, aseguró ayer que "hay motivos para sentirse optimistas con respecto a las perspectivas mundiales".
Preston planteó la necesidad de que existan Estados modernos, eficientes y coherentes para responder a las necesidades de los países, al tiempo que asignó un papel de primer orden a la empresa privada para desempeñarlo en aquellas áreas donde los Gobiernos no pueden actuar.]
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