Sentencia de muerte para Chernóbil
La central se ha salvado 'por los pelos' de otra gran catástrofe nuclear
LUIS MATÍAS LÓPEZ ENVIADO ESPECIAL,
El lugar del accidente, situado en una gigantesca sala de máquinas de 600 metros de largo, deja pasar, a través del tremendo agujero del techo, la luz y la lluvia otoñales sobre un amasijo de aluminio fundido, hierros retorcidos y cascotes. Según un portavoz de la central, Serguéi Akulinin, un fallo eléctrico convirtió un generador del segundo bloque en un motor que aumentó su velocidad de giro de 50 a 3.000 revoluciones por minuto, lo que provocó el deterioro de las juntas de los rodillos y la explosión de 500 metros cúbicos de hidrógeno. Una auténtica bomba que, sin embargo, no afectó a la sala contigua, en la que se encuentra uno de los tres reactores nucleares en activo de la central, que los técnicos detuvieron de inmediato.Un muro de bloques de hormigón de casi un metro de espesor evitó la propagación del fuego hacia esta zona, lo que habría podido reeditar la tragedia de 1986. El reactor que estalló entonces, el número 4, con casi toda su carga radiactiva aún viva, se encuentra sepultado bajo cientos de toneladas de hormigón, estructuras metálicas y otros materiales que impiden el paso al veneno atómico. Pero los reactores 1 y 3 aún funcionan, y el 2, muy probablemente vuelva a hacerlo en cuanto se reparen los daños de la sala de máquinas, tal vez dentro de unos 40 días.
Anticipar el cierre
El incendio se inició a las 20.09 (una menos en la España peninsular) del pasado viernes. Un minuto más tarde se detuvo el reactor número 2. A las 11.20 las llamas fueron aisladas y se procedió a apagar uno por uno los diversos focos. A las 2.20 del sábado, los bomberos volvieron a sus bases. Participaron directamente en las tareas de extinción ocho vehículos, cada uno de ellos con una dotación de seis bomberos, pero, llegados de todas las regiones de Ucrania, se concentraron en la central 60 vehículos y 300 profesionales en reserva por si el siniestro se extendía.
Chernóbil está ya condenada a muerte y el accidente del viernes problablemente será la puntilla. El Parlamento y el Consejo de Ministros de Ucrania ya han tomado la decisión, y el rumbo independentista marcado por esta república hace que, muy probablemente, no se pida siquiera el permiso de Moscú. La fecha más probable para el cierre es 1995, pero Bielorrusia, a tiro de piedra de la central de la muerte y que sufrió tanto como Ucrania los efectos de la tragedia de 1986, quiere que se adelante en dos años, y ese horizonte de 1993 se ha convertido ahora en mucho más probable.
Dos comisiones investigadoras, una soviética y otra ucrania, estudian el accidente del viernes, pero es esta última la que lleva la voz cantante. Su presidente es el ministro de Industria del Gobierno de Kiev, Víctor Gladush, quien ayer reconoció en Chernóbil que el perjuicio político y social será sin duda muy superior al estrictamente material, ya que los daños no superarán el millón de rublos. "Ha sido una gran golpe contra el sector nuclear", aseguró, antes de reconocer que los reactores de esta central no son lo suficientemente herméticos y que el peligro seguirá existiendo. No obstante, precisó que, en sentido estricto, no se ha tratado de un accidente nuclear y que, según las normas internacionales, se considera "como de grado cero, al tratarse de un incendio alejado más de 40 metros del reactor atómico y con un muro casi impenetrable por medio".
Por su parte, Yuri Cherbak, su compañero de Gabinete en la cartera de Medio Ambiente, indicó que las mediciones de radiactividad efectuadas tras el siniestro muestran índices similares a los existentes anteriormente, y que así lo ha podido comprobar incluso una misión de Greenpeace. "Ningún peligro amenaza al ecosistema", precisó. "Pero hay que considerar lo que pudo ocurrir de no haber media do la rápida y eficaz acción de los bomberos y los equipos técnicos". Al parecer, el personal de la explotación evitó daños mayores al retirar de la zona, en pleno incendio, 80 toneladas de aceite altamente inflamable. "El daño moral y político es incalculable", reconoció Cherbak. "Chernóbil es una terrible herida que sangra incesantemente en todo el mundo, y que es necesario cauterizar". Gladus, por su parte, intentó tranquilizar a la población de la zona al asegurar que no es preciso sellar las ventanas ni tomar medidas especiales de precaución. Sin embargo, aseguró que habrá que revisar los controles de seguridad y mejorar la calidad de los equipos para evitar en lo posible que se produzca un nuevo siniestro.
Ninguno de los dos ministros desaprovechó la ocasión de señalar la diferencia en el tratamiento informativo que recibieron la catástrofe de 1986 y el incendio del pasado viernes. Claro, que aquéllos eran tiempos en que la glásnost daba sus primeros pasos y persistían los viejos hábitos secretistas de casi 70 años de régimen comunista. En las ruinas de la antigua URSS el hermetismo es hoy casi imposible.
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