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AMENAZA NUCLEAR

Un círculo de desolación

Unos 120 kilómetros al norte de Kiev, cerca de la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, y no muy lejos de la zona de Strajolesie, tan apreciada por Leonid Bréznev como paraíso de la caza y el descanso, comienza la zona de régimen especial de Chernóbil.Carteles indicadores recuerdan que la avería de la central, pese a haber transcurrido cinco años y medio, no está totalmente superada. Para la protección de la salud de la población y el desarrollo de la zona, únicamente se puede entrar con una autorización especial.

También se advierte a los trabajadores que deben adoptar medidas especiales y que en los sectores más peligrosos hay que utilizar máscara, botas y dosímetros individuales de radiactividad. El cultivo y recolección de frutas, setas y hortalizas está estrictamente prohibido, así como la caza, la pesca y comer el producto de ambas. Tampoco se pueden utilizar cósmeticos ni beber agua de los pozos, ríos y fuentes naturales de este círculo de la muerte, de unos 300 kilómetros cuadrados de extensión.

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En el interior de la zona, el panorama es desolador. Los pinos, chopos, abedules y robles de brillantes hojas rojizas contrastan, en el espléndido otoño ucranio, con granjas abandonadas, edificaciones semiderruidas y flores silvestres en unos jardines que aún conservan huella de un pasado en el que fueron cuidados con cariño.

Más de 200.000 personas fueron desalojadas después de una catástrofe que causó decenas de víctimas, que mató después a varios centenares más y que sigue haciéndolo todavía implacablemente y en una magnitud desconocida.

Unas 4.000 personas hacen funcionar Chernóbil. Entre ellas se encuentran 500 que ya trabajaban en la central en 1986 y que pidieron volver tras ser evacuadas. Los técnicos de mantenimiento trabajan cinco días seguidos y libran dos. Los operativos, tres y dos, respectivamente. Todos ellos viven en Slabutish, a 55 kilómetros de distancia, fuera de la zona maldita.

Los miembros de una empresa especial de desactivación, Pripit, trabajan 15 días en la central, descansan luego otros 15 y ocupan algunas casas abandonadas que han sido sometidas previamente a un proceso de eliminación de la radiactividad.

Todo el personal es sometido a frecuentes exámenes médicos, que incluyen análisis de tiroides, con aparatos norteamericanos. Según un portavoz de la central, nadie ha superado últimamente una radiactividad superior a 1,25 rem al año, que es una cuarta parte del límite de radiación que se considera peligrosa para la salud. El límite de peligro radiactivo está fijado en cinco rem.

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