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FERIA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA

Empate con ayuda del árbitro

El Soro y Enrique Ponce empataron a dos goles -quiere decirse a dos orejas-, con ayuda del árbitro. La verdad es que Ponce tenía ganado el mano a mano por dos a cero -e incluso pudo ganarlo por goleada-, cuando fue el presidente y le regaló a El Soro sendas orejas. A los poncistas les sentaron fatal estos obsequios, y protestaron con mucha vehemencia.Los poncistas tenían razón. Un presidente ha de mantenerse al margen de las rivalidades y actuar con ecuanimidad. Sobre todo en tardes cruciales, como era la ocasión, en que se iba a dilucidar el liderazgo del toreo valenciano. No lo hizo así, y ahora le acusan de sorista.

No es malo ser sorista. Para algunos, es peor ser poncista, no por nada, sino por la palabreja, que, francamente, suena bastante mal. Suele suceder con las palabrejas nuevas. Cuando Confucio dijo lo que dijo e hizo lo que hizo, y surgieron los confucionistas, a la gente le costaba pronunciar esta palabra rarísima, y, sin embargo, aquí está, cada vez más pujante y venerable.

Cebada / Soro, Ponce

Toros de José Cebada Gago, bien presentados, 1º manso pero con casta y fuerte, resto inválidos y nobles.El Soro: dos pinchazos escandalosamente bajos y bajonazo (silencio); pinchazo y estocada (oreja fuertemente protestada); pinchazo hondo caído (oreja protestada). Enrique Ponce: bajonazo y descabello barrenando (dos orejas); tres pinchazos y estocada; la presidencia le perdonó un aviso (vuelta); dos pinchazos y tres descabellos (aplausos). Ambos espadas salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 9 de octubre. Cuarta y última corrida de la Feria de la Comunidad Valenciana. Cerca del lleno.

El poncismo puede que no dure tanto pero, de momento, va incrementando su militancia. El poncismo es un valor en alza. Y resulta ser así pues el titular de la causa, Enrique Ponce, torea muy bien. En el mano a mano cuajó momentos de gran belleza plástica y es importante resaltar que lo hizo con la mayor naturalidad. Ese es uno de los secretos del toreo.

Lances de capa, suertes de muleta, surgían de la técnica y la inspiración del jovencísimo torero chivano, que se gustaba al torear, y la expresión de su sentimiento trascendía a los espectadores, lo mismo si eran poncistas que soristas, con la única diferencia de que estos procuraban disimularlo. Para no dejar hueco alguno en su empeño por alcanzar la hegemonía del toreo valenciano, Ponce hasta toreó de rodillas, al estilo de El Soro.

Tales alardes cogieron a El Soro un poco a contrapié y quizá de vuelta de muchas cosas. El Soro no era El Soro en sentido estricto. Prendió 10 pares de banderillas con la facilidad propia de su reconocido oficio, y pues no podía vencer a Ponce en los espacios etéreos del arte presentó batalla en los más terrenales del tremendismo -incluidos varios cabezazos que le pegó a un toro-, mas ni así conseguía redondear faenas. El Soro estuvo torpón y esacasamente imaginativo.

Únicamente al salir el quinto toro recuperó El Soro los rasgos característicos de su personalidad y armó un descomunal alboroto. En medio minuto hubo de todo: El Soro dio tres largas cambiadas de rodillas, una verónica, chicuelinas, revoleras, el toro se cayó dos veces, toro y torero levantaron tremenda polvareda, atronaban los olés, saltaron los soristas de sus asientos, tiraron al ruedo varios jerseis, dos zapatos, una bota (de vino), pasó un helicóptero metiendo ruido... Ese medio minuto parecía un culebrón, y por sí solo valió el precio de la entrada.

Pasado el culebrón, en cambio, decayeron los ánimos de El Soro, a pesar de que tenía toro blandito y sin problemas, como casi todos. Ahora bien, Ponce fue, indudablemente, el vencedor moral de la contienda, los poncistas no deberían excederse en el triunfalismo. A fin de cuentas, si se analiza, Ponce no ligaba los pases, y El Soro no tenía su tarde. O sea, que aún no hay líder claro en la torería valenciana, y es necesario el desempate. Será en Fallas.

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