Un programa del Gobierno vasco permite la escolarización de 24 niños portadores del sida
La expulsión de un alumno portador de anticuerpos del sida de un colegio privado de Durango (Vizcaya) fue en 1987 el punto de partida de un innovador programa del Gobierno vasco para la escolarización de niños seropositivos. Pediatras y profesores han conseguido que 24 niños infectados por sida hayan sido escolarizados en colegios de Vizcaya y Guipúzcoa sin generar rechazo alguno en la comunidad escolar. Un pacto de confidencialidad garantiza el éxito del programa, "porque hoy la sociedad discrimina a los niños seropositivos sin ninguna razón sanitaria", señalan los responsables.
"Son niños que tienen una infección, pero idénticos a los demás en los aspectos educativos", insisten los pediatras responsables del control sanitario de los niños seropositivos. "Rechazamos cualquier discriminación positiva o negativa", añaden. Los responsables del programa de escolarización, desarrollado por el Plan de Prevención y Control del Sida del Servicio Vasco de Salud, coordinado por los departamentos de Sanidad y Educación del Gobierno autónomo, no actúan hasta que la familia del niño seropositivo ha escogido, sin condicionamientos previos, el centro escolar que considere más apropiado, en general cuando ha cumplido tres años. Hasta finales de 1990 habían sido registrados en el País Vasco 43 niños infectados por el virus del sida, de los que 24 ya han sido escolarizados.No hay dentro del grupo de seropositivos una tendencia dominante en la elección del centro escolar. "Es un reflejo de lo que ocurre en el resto de la comunidad", indica el pediatra Mauri Urtubi. "Hay niños en colegios públicos, privados e ikastolas [escuelas en lengua vasca], unos siguen líneas de educación bilingüe y otros en castellano, según las preferencias de la familia".
Grupo restringido
Las primeras actuaciones comienzan poco antes del inicio del curso con un sencillo trámite que constituye el eje del programa: transmitir la información sobre el estado del niño al director del centro. "En la primera entrevista con el director le comunicamos que está matriculado en el centro un niño seropositivo y aclaramos las dudas sobre la enfermedad y los riesgos de transmisión", dice la doctora Juncal Echeverría, responsable del control de los niños afectados en Guipúzcoa. "El director es libre para informar a los profesores que considere oportuno, pero se les aconseja una confidencialidad total".En la mayor parte de los centros conoce el estado de salud del alumno el grupo restringido de personas que van a trabajar directamente con el niño portador del virus. En otros casos, el director opta por informar al claustro de profesores o, por el contrario, se reserva en exclusiva el dato. "Compartir el problema entre dos o tres profesores disminuye la angustia y el peso de la responsabilidad".
Excluidos los profesores más sensibilizados frente al sida, la noticia causa intranquilidad en los docentes. "La primera respuesta de los profesores es terrible", reconoce Echeverría. "El miedo remite tras unas semanas de contacto; todos los profesores han reaccionado positivamente". "Al igual que en el resto de la sociedad, hemos encontrado profesores sensibilizados frente al problema", insiste Urtubi, "con una actitud personal dispuesta a asumir el sida en la sociedad".
No informar a los padres
El programa de escolarización desarrollado en el País Vasco no contempla la necesidad de informar a los padres sobre la convivencia de sus hijos con niños seropositivos. "Los profesores comparten esta decisión", señalan los pediatras. Están de acuerdo en la necesidad de mantener la confidencialidad porque hoy día es muy negativo para el niño que esta información sea pública".La presencia de un niño seropositIvo no altera las actividades normales en el aula. Una encuesta realizada el pasado curso reveló que ninguno de los profesores consideraba que el resto de los alumnos quedaba desatendido y todos coincidieron en que la Integración de los niños infectados es beneficiosa.
De manera espontánea los profesionales implicados en el programa comenzaron a reunirse periódicamente para intercambiar experiencias en una tarea de colaboración estrecha entre médicos y profesores. "Los consejos de un profesor que soluciona durante un año los problemas en el aula son los elementos más útiles para mejorar", señalan. "Los educadores son profesionales que contribuyen con su trabajo a asumir el sida, no sólo dentro del aula, sino también en su contacto con los padres".
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