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Tribuna:LA MUERTE DE MILES DAVIS
Tribuna
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En el primer compás

"Toca como si no supieras tocar", decía Miles Davis a John McLaughlin, su nuevo guitarrista, en febrero de 1969, durante la grabación de In a silent way. A los 43 años, Davis se preparaba para su nueva transformación musical en la que fundiría el jazz y el rock, pero sus ideas permanecían intactas y coincidentes con las que, años atrás, expresaba John Coltrane: "Hay que saberlo todo para olvidarlo a la hora de tocar". Esta idea marcó la vida de Miles Davis, uno de los músicos fundamentales de la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX por su capacidad para remover los cimientos de la música, crear e impulsar nuevos movimientos y mantener la dignidad en la diferencia.A los 1-2 años, Elwood Buchanan, su primer profesor de trompeta, le indicó un camino del que Davis nunca se apartaria: "Toca con franqueza, sin artificios, desarrollando tu propio estilo. Tienes talento suficiente para ser un trompetista distinto". Y eliminó el vibrato, aprendió a jugar con el silencio y eligió maestros y compañeros: Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonlous Monk, John Coltrane... De Parker y Gillesple recibió el espíritu del bebop, su aire renovador y una conciencia musical de la negritud. De Monk, el provecho del espacio sonoro. Junto a Coltrane, estableció su razón de ser: vivir para tocar.

"La música ha sido siempre para mí como un maleficio porque siempre me he sentido impulsado a tocarla. Siempre ha tenido prioridad en mi vida y todavía la tiene. Se antepone a todo", escribía Miles Davis en 1989 en su libro Autobiografía. Con este maleficio disfrazado de trompeta, Davis ha marcado puntos determinantes en la historia de la música, intentando siempre alejarse de cualquier elitismo: "Como músico y como artista, siempre he querido llegar a través de la música al mayor número de personas posible. Nunca he creído que el jazz estuviese destinado sólo a un reducido número de personas o a convertirse en una pieza de museo guardada bajo el cristal, como otras cosas muertas que en algún momento se consideraron artísticas".

Improvisación

Cuando, a finales de la década de los cuarenta, se incorporó al bebop, ayudó a demostrar que el jazz no era sólo patrimonio de las grandes bandas; que los grupos pequeños eran germen de creatividad y que la improvisación, esencia del jazz, tenía un lugar y era sinónimo de libertad y de riesgo. "He dicho siempre a los músicos de mi banda que toquen hasta donde sepan, y a continuación más allá de lo que sepan. Porque, si lo hacen así, cualquier cosa puede ocurrir, y es allí donde nacen el gran arte y la gran música".

En 1948, el disco Birth of the cool anunciaba un nuevo movimiento con el que buceó en la esencia de su estilo: "Siempre preferí tocar las notas más importantes del acorde. Has de tocar solamente un sentimiento". El cool -menos caliente y vital que el bebop-, surgía también de raíces negras y permitió al público blanco -alejado de la dureza de Charlie Parker- acercarse a Miles Davis, que experimentó las caricias de las manos de los críticos sin perder su identidad: "No estaba dispuesto a hacer payasadas a cambio de que un hijoputa blanco, racista e incapaz de tocar una nota me dedicase elogios. No vendería mis principios por eso. Los críticos pueden tomarlo o dejarlo. Detesto la manera en que los blancos tratan siempre de atribuirse el mérito de las cosas después de que ellos las han descubierto2.

A los 28 años, Davis alternaba discos con jam sessions (reuniones improvisadas de músicos para tocar). Perfeccionaba su sonido -"quería que los instrumentos sonasen como voces humanas"-, mientras estudiaba las partituras de Stravinski, Berg y Prokofiev. Su interés por la disciplina académica -"el conocimiento es saber; la ignorancia esclavitud"-, no le había impedido abandonar sus estudios en la Juilliard School of Music, de Nueva York, por su sesgo racista en lo musical: "NI me enseñaban ni tenían nada que enseñarme, porque estaban cargados de prejuicios contra toda clase de música negra. Y era esta música la que yo quería aprender". Comenzaba a prepararse para dejarlas cosas claras a John McLaughlin: "Toca como si no supieras tocar".

Tras un interminable camino, endurecido por sus continuos enganches y desenganches a la heroína, Miles Davis aplicó en 1969 una de las ideas que impulsaron su vida artística: "Para seguir siendo un buen músico, debes estar abierto a todas las novedades, a todo lo que ocurre en cada momento. La creatividad y el genio musical nada tienen que ver con la edad; o los posees o no los posees, y envejecer no va a ayudarte a conseguirlos". Y para no convertir su trompeta en estatua de sal, miró adelante, se reunió con músicos jóvenes de enorme capacidad musical, educados entre el jazz y el rock, y volvió a revolucionar la música. La muerte de Jimi Hendrix impidió una colaboración revolucionaria, pero Davis nunca permitió que los que se quedaron en el camino alterasen su futuro. Comenzaban los setenta y se había convertido en el gurú de una nueva generación de músicos.

Influencia

Con In a silent way, la influencia de Miles Davis traspasó los límites del jazz, introduciéndose en el rock y en el pop y multiplicando la audiencia de su música. Desde 1970, todos los movimientos de fusión deben algo a Davis, aunque muy pocos han alcanzado el extremado rigor rupturista que el trompetista norteamericano alcanzó en sus primeros trabajos. Alejado del movimiento del free jazz, Miles Davis utilizó la tímbrica del rock para su particular ruptura, y su utilización de la austeridad en el fraseo y del silencio como parte fundamental de la música quedarán en la historia de las dos últimas décadas.

Tras él permanecen sus alumnos, músicos jóvenes de los que vampirizaba energía e información a cambio de cogerles del brazo, en un gesto casi paternal, y acercarles al frente del escenario para que intentasen ir más allá, como su maestro. Un maestro que escribía al final de su Autobiografía.- "Voy a seguir entrando en el primer compás mientras yo toque. Siempre en el primer compás. Más adelante".

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