Ven y mira cómo fuimos
Una expedición arqueológica española investiga en Siria los orígenes de la agricultura
ENVIADA ESPECIALMiquel Molist examina una lámina de silex de la que el sol arranca destellos nacarados. "El brillo que se observa en el filo", explica, "prueba que fue utilizada para cortar tallos, espigas de grano, juncos". Está hablando del hombre que habitó a orillas del Éufrates desde hace ocho o nueve mil años hasta hace cuatro o cinco mil. Un hombre, al parecer, morfológicamente no muy distinto de lo que ahora somos, aunque empujado a inventar para no perecer en un medio cada vez más cerrado, y en donde cazar y recolectar ya no le resultaba suficiente para sobrevivir.
Con el entusiasmo de un arqueólogo de película, Molist constata que el Tell -palabra que significa colina artificial producida por acumulación de residuos- que le ha tocado en suerte es grandioso y promete proporcionarle numerosos materiales de interés, aunque no se atreve a soñar con una tumba, "que es lo que todos los del oficio esperamos encontrar para obtener la mayor información posible".
Tell Haloula se halla en una gran plataforma, al pie de una cadena montañosa y a pocos kilómetros de la margen derecha del Éufrates. "Esto nos permitirá estudiar una alimentación procedente de tres ecosistemas. Por una parte, el animal de estepa. Luego, el valle, y, por último, la zona más montañosa. Nuestro propósito es contribuir al debate que se mantiene sobre si la agricultura nació espontáneamente, por evolución de los propios pueblos, o si se debió a contactos exteriores. Sabemos que en Oriente Próximo ocurrió por evolución, pero no está tan claro respecto a los pueblos del Medlterráneo occidental". La expedición que este profesor de prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona dirige en el norte de Siria ha sido patrocinada por el Ministerio de Cultura. Junto con equipos de otros países, tratará de salvar los yacimientos arqueológicos del Alto Éufrates, que quedarán anegados por la construcción de la presa de Tichrine, destinada a paliar la grave escasez de agua que sufre Siria.
Salvar tesoros
Seguramente tiene que existir una razón, aunque quien esto escribe no ha sabido encontrarla, para que una de las zonas más fértiles del país vaya a desaparecer del mapa para servir de lecho a un embalse que se pretende haga productivas tierras de más improbable cultivo. El hecho, sin embargo, está aquí, y las autoridades sirias han decidido recabar la ayuda arqueológica internacional para poner a buen recaudo unos tesoros que pertenecen al patrimonio de la humanidad. En este momento trabajan en Siria 50 misiones extranjeras. Por España se encuentra también una misión de la Universidad de Barcelona, encabezada por el profesor Gregorio del Olmo, catedrático de Lengua Hebrea.El mismo sol que hace brillar las piezas de silex obtenidas en una primera exploración superficial del Tell Haloula, convierte en una imagen unidimensional, como la ilustración de un libro, el apretado grupo de casas de adobe, construidas casi sin ventanas, con una geometría rectangular, que constituye el poblado de Haloula. Algunos de sus habitantes las han abandonado ya, sabedores de que el valle no tiene futuro, aunque ahora le arranquen hasta tres cosechas al año. De entre quienes se quedan escoge Molist a los obreros que trabajarán en la excavación. Parlamenta con ellos el único español que sabe árabe, Josep Anfruns, antropólogo. Mercé Catalá, paleobotánica, y Josep Miquel Faura, arqueólogo, forman también parte de la misión, a la que se añadirán tres geólogos de Olot, Gabriel Alcalde, Joaquim Mateo y Antonio Palomo, cada uno con una especialidad.
Para saber quiénes éramos y cómo vivíamos en esta parte del llamado Creciente Fértil, que se extiende desde aquí hasta el norte de la península Arábiga, y que los árabes llaman La Isla, porque está rodeado por el Éufrates y el Tigris, es necesario examinar con instrumentos que parecen de dentista las muestras de tierra de las que se extraerán restos de insectívoros, dientes de roedores, fósiles de caracoles -muy indicados para estudiar los cambios de climatología-, semillas calcinadas, cenizas, pólenes.
Para Josep Miquel Faura, arqueólogo profesional que dejó su trabajo como publicista para seguir una vocación no por tardía menos intensa, "el problema es que, en prehistoria, se han establecido los parámetros culturales, situando históricamente los periodos y las culturas a partir de un fósil director que, en general, era la cerámica. Y esta es una idea que tendemos a superar".
En el Tell, los expedicionarios recogen sílex, obsidiana, trozos de cerámica. "Esto promete", repite Molist, ilusionado. Le pregunto qué pasará con el botíti. "Es lógico que, para nuestros estudios, tengamos que llevarnos cosas a España. Ten en cuenta que esta excavación durará años, y que sobre el terreno sólo trabajaremos dos meses anuales. El resto del tiempo los pasaremos en el laboratorio, analizando lo encontrado. Ahora bien, nosotros no necesitamos obras de arte, sino elementos para el estudio científico de un hábitat antiguo". Según la ley siria, absolutamente todo se queda en el país -de acuerdo con la normativa internacional de la Unesco firmada también con España-, pero en los salvamentos de urgencia como este, la misión extranjera tiene derecho al 50% de todo lo que no sean obras de arte.
No hay rapiña
Quien piense que ha venido aquí para hacer rapiña está muy equivocado. Este equipo rompe con la idea tópica que la gente tiene de los arqueólogos. "El gran problema de la arqueología", dice Anfruns, "es que lo que encuentras sólo tiene valor cuando lo sitúas en el contexto en que se hallaba, de lo contrario, sólo sirve para la venta de antigüedades. Ya no vale el cuento romántico de ir con un pico y una pala a desenterrar ánforas. Trabajar sobre el terreno es muy importante, pero cada vez lo es más la investigación de laboratorio"."Y no hay que equivocarse", añade Catalá, "porque el proceso arqueológico es irrepetible. Cuando excavas estás destruyendo el yacimiento. Y lo que se intenta es documentarlo al máximo, que no se pierdan datos". Sin documentación, mil cajas repletas de objetos de valor no servirían para nada.
Babelia
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