En busca de la tablilla escondida
Poco después de cruzar el puente de Qara Kusak, a la derecha, se encuentra el minúsculo poblado que pertenece a un solo jeque que tiene cuatro esposas y 42 hijos. Aquí viven los miembros de la misión de ra Universidad de Barcelona que, dirigida por el profesor Gregorio del Olmo, catedrático de Lengua Hebrea, excava en el Tell cercano en busca del material directo para sus estudios.Con el profesor Del Olmo trabajan Emilio Olábarri, profesor de Biblia en el Seminario Conciliar de Oviedo y prácticamente el único arqueólogo español orientalista que ha excavado en la región desde el año 50; Antonio González Blanco, catedrático de Historia Antigua en Murcia; el profesor Manuel Molina, titular de la misma materia en dicho centro; el arqueólogo Gonzalo Matilla y siete estudiantes que llevan la supervisión de las diversas secciones.No depender
La expedición empezó a trabajar en el verano del 89 y obedece, según palabras del profesor Del Olmo, "al deseo de tener un lugar de excavación directa propio, no depender del material que nos viniera de otros centros y excavaciones".
En este punto han encontrado, en el primer nivel de ocupación (1760 antes de Cristo), un lugar de almacenamiento de grano, un complejo de silos de cebada "que hace pensar que éste era un lugar específico dentro del tráfico intenso del comercio fluvial hacia los reinos de Mari y, puede, hacia Babilonia", aclara el profesor Olabarri.
"En el nivel inferior está la residencia amurallada, destruida en la época de Sargon I, aparentemente destruida por el fuego. Ahora estamos tratando de resolver los problemas que vamos encontrando. Lo importante es que salgan tablillas, sobre todo, para identificar el lugar".
"Siria se ha puesto de moda entre las excavaciones internacionales", coinciden los expedicionarios. La suya se desarrolla dentro del plan de actividades del que se está constituyendo como Instituto de Estudios del Próximo Oriente Antiguo, en el que colaboran las dos universidades de Barcelona y las de Murcia y Salamanca.
Sobre Firs el Kabir, que así se llama el poblado donde se ha establecido el campamento, cae el sol, un disco rojo que se desploma bruscamente sobre las azoteas.
Sacan á la mesa una especie de gazpacho clarito, aceitunas de alepo, guindillas crudas, pollos. Se brinda por la expedición y se habla hasta muy tarde, cómo no, de arqueología. "Veremos cómo los pueblos van creciendo", dice Molist, pensando en el mundo de pistas e indicios que se esconde en Tell Haloula.
Se brinda otra vez. "Y ahora, un brindis por lo que fuimos antes, por quienes dejaron su rastro a la orilla del Éufrates".
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