_
_
_
_
_

Escarlata O'Hara ha aprendido a amar

Las librerías de 40 países ponen a la venta la continuación de 'Lo que el viento se llevó'

Quienquiera que escriba la tercera parte de Lo que el viento se llevó tendrá oportunidades para hacerlo, "porque la historia no ha terminado del todo", declaró Alexandra Ripley, que ayer presentó en Nueva York la continuación de la legendaria novela de Margaret Michell. "Escarlata ha aprendido a amar y ha aprendido del fracaso", dijo Ripley como resumen de su trabajo. La segunda parte de la obra se somete a juicio público desde las estanterías de las librerías de Estados Unidos y de otros 39 países, incluido España (Ediciones B). La URSS compró ayer los derechos del libro, incorporándose a la larga lista de naciones interesadas en su edición.

Ripley, que ha cosechado ya algunas críticas por hacer expresarse a los famosos personajes como lo haría un grupo de gente de los años noventa, ha tenido que ceñirse a su contrato con los herederos de Michell para no incluir homosexualidad ni escenas de amor demasiado explícitas. La aproximación a las escenas sexuales por las que se ha decidido la autora son, según sus palabras, "moderadas y más modernas".Los representantes de Warner Books, la editora del libro, portaban sobre sus solapas durante la conferencia de prensa celebrada ayer en Nueva York chapas en las que se leía: "Mañana ha llegado por fin", en alusión a la famosa frase con la que Escarlata se despide de su marido en el libro editado hace 55 años.

Todo está perfectamente calculado, como en una exclusiva fórmula de laboratorio, para que la sureña de ojos verdes conquiste a las nuevas generaciones. "Hemos aceptado el reto por una cuestión de orgullo y no por negocio", declaró la autora, provocando carcajadas entre los periodistas. Ripley negó, asimismo, que escribir un libro basado en la historia inventada por otra persona que nunca quiso acabarlo sea poco ético.

Petunia

Los abogados de los herederos de los derechos del best-seller y la editorial Warner Books habían mantenido celosamente lacrado el desarrollo de la novela de Mitchell. "Mi marido y yo acordamos utilizar la clave de Petunia para referirnos a Escarlata sin sentirnos espiados en los restaurantes", comentó Ripley, que fue elegida hace cinco años para alimentar con nuevos acontecimientos el mito del libro más vendido después de la Biblia.

Una investigación casi detectivesca sobre la época en la que se desarrolla el romance más largo de la historia del cine precedió a las 750 páginas de esta segunda parte, por las que la editorial ha pagado a los herederos de Margaret Mitchell 4,5 millones de dólares (472 millones de pesetas).

Las únicas concesiones que este nuevo libro hace a los 55 años transcurridos desde que salió a la venta el primero son la supresión de cualquier contenido esclavista en las bocas de los sirvientes negros y un tratamiento más evidente del sexo.

El resto está fundamentado en un análisis del original, que su autora escribió para entretener los dolores de una enfermedad y que hasta el día de su muerte se negó a concluir. La sucesora, Alexandra Ripley, leyó seis veces el libro de la también autora sureña Mitchell, copió a mano 200 páginas para empaparse del estilo de su predecesora, visitó los archivos de la ciudad de Atlanta e incluso consultó los horarios de trenes de 1873 para dar credibilidad a los viajes de la terca y voluntariosa heroína de Tara.

Por aceptar el riesgo de continuar una historia mítica, y por todo el aislamiento al que tuvo que someterse para proteger la sorpresa, Ripley ha cobrado un millón de dólares (105 millones de pesetas). Durante los cinco años en los que estuvo inventado nuevos paisajes, vestidos y situaciones para los legendarios personajes, a la autora se le prohibió abrir su propio correo.

Medidas draconianas

Si algún admirador le escribía diciendo que Escarlata debería padecer sarampión y ella lo incluía en el libro podía verse envuelta en una demanda. Los herederos de la novela querían evitar a toda costa que se escapara un sólo dólar de esta nueva, medida y prometedora fuente de ingresos. Tampoco podía recibir amigos en su casa de Virginia, para que no se filtrara cualquier dato de los planos y esquemas en los que trabajaba para dar nueva emoción a una historia de amor inacabada.

Una operación empresarial perfectamente orquestada llevará a Escarlata más allá de la escalera en la que se quedó hace más de medio siglo amenazando con asediar la voluntad del hombre que se le resistía. El título de la continuación no es casual. Con Escarlata los sobrinos de la autora tratan de adelantarse al fin de sus derechos sobre la obra, que expiran en el 2011.

Por su parte, la filial editorial de la multinacional Warner tratará, a través del millón de copias que salen a la venta en todo el mundo, de tomar la temperatura a los admiradores de la saga de Tara para preparar una nueva versión cinematográfica. Del problema que supondrá cambiar las cara de Vivien Leigh-Escarlata O'Hara y Clark Gable-Rett Butler ya se ocuparán mañana.

"No me atreví hasta los 40 años"

Alexandra Ripley (57 años), la escritora que fue elegida para reinventar las hazañas de Escarlata O'Hara, se presentó ayer a la prensa como esencialmente una sureña de Estados Unidos. Con gestos que quedaban a medio camino entre las caídas de ojos de Vivien Leigh y la coquetería tardía de la también sureña intérprete de Las chicas de oro, Ripley hizo gala de una educación esmerada que se le supone a los originarios de Carolina del Sur. Ripley fue a una escuela privada para chicas de Charleston, tomó lecciones de piano y leyó debajo de las sábanas con una linterna. Después de su graduación trabajó durante una época para la revista Life y, gracias a su conocimiento del francés, para las líneas aéreas de este país en Washington. Después de casarse y vivir durante un tiempo en Florencia, regresó a Nueva York divorciada y trabajó para una editorial. "Siempre soñé con ser una escritora pero no me atreví hasta los 40 años".Después de instalarse en el Estado de Virginia en medio del campo tuvo la satisfacción de ver su primera novela publicada en 1972. No fue hasta nueve años más tarde cuando consiguió el éxito con su libro Charleston, una típica novela de aeropuerto que precedió a Dejando Charleston y El legado de Nueva Orleáns.

Cómoda, ocupada y feliz

Casada por segunda vez, rodeada de sus hijas y cuando se sentía, según sus propias palabras, cómoda, ocupada y feliz, recibió la oferta de tres abogados que administran la Fundación de Margaret Mitchell para aceptar el reto. "No pude resistirme a enfrentarme con Mitchell cara a cara", afirma. Sin atreverse a decir que Escarlata es la continuación que su predecesora hubiera escrito, se muestra confiada en que los admiradores de la novela reconocerán a los personajes y los respetarán. La escritora ha firmado un contrato para escribir dos nuevos libros que no van a tener nada que ver con este argumento.

Gran parte de los cinco años que han transcurrido desde que recibió la oferta los ha pasado discutiendo con los abogados sobre el desarrollo que debía tener la novela. Ripley ha limado algunas de las expresiones utilizadas en la primera parte para que sonara más actual. Sin embargo, no quiere imaginar unos nuevos actores que lleven al cine su libro. "Si me preguntan por quién apuesto, les debo decir que no habría nadie mejor que Vivien Leigh y Clark Gable", dice riéndose cuando alguien le sugiere que pueden no estar disponibles en este año.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_