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Católicamente nacionalistas

Aires catalanistas para una Iglesia entre la herencia del pasado y una sociedad secularizada

Francesc Valls

"Cataluña la hizo Dios, no los hombres: los hombres sólo pueden deshacerla", sostenía el siglo pasado Josep Torras i Bages, el que fuera obispo de Vic y formulador del nacionalismo católico, que él prefería llamar regionalismo. Hoy, la herencia espiritual de Torras pervive en un sector no despreciable de obispos, clero y, en general, cristianos catalanes. Este bagaje coexiste con una sociedad fuertemente secularizada, en el marco de una Iglesia que se ha agitado con el oleaje báltico. No en vano son muchos los fieles que votan opciones nacionalistas, principalmente Convèrgencia i Unió (CiU).

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Progresistas y convergentes

Por el momento, los prelados catalanes no han presentado ninguna petición común formal de reconocimiento de su personalidad jurídica a la Conferencia Episcopal española ni mucho menos a Roma, que tiene las llaves de una hipotética independización de la Iglesia catalana, propuesta sugerida a finales del pasado mes de agosto por el obispo de Solsona, Antoni Deig.Desde que el vendaval se desató -más en el resto de España que en Cataluña-, los obispos se han desvinculado, han callado o han criticado las opiniones vertidas por Deig o el contenido del Full dominical de las diócesis de Vic, Tarragona y Solsona, en el que, con motivo del Onze de Setembre, se pedía que los catalanes tuvieran derecho a elegir su futuro. El episcopado español no se ha manifestado al respecto, aunque no es ningún secreto que estas pretensiones de autodeterminación eclesial no son de su agrado.

Y en el flanco catalán, ha sido precisamente el actual sucesor de Torras i Bages en la diócesis de Vic, Josep Maria Guix, quien se ha opuesto públicamente al contenido de la hoja dominical.

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La unidad de criterios parece de momento difícil en la Iglesia, que cuenta con la Conferencia Tarraconense, constituida por la archidiócesis de Tarragona y sus seis diócesis sufragáneas: Gerona, Tortosa, Solsona, Vic, Urgell y Lérida, además de la archidiócesis de Barcelona.

"Los obispos catalanes asumen esa realidad nacional, pero les falta dar un paso y mantienen una posición nacionalista tibia", explica Josep Maria Totosaus, responsable del Centro de Estudios Pastorales. "Si los prelados quisieran, tendríamos ya actualmente mayor autonomía", agrega el sacerdote, porque "la Tarraconense es una reunión de buenos amigos y en la Iglesia catalana se va a remolque, pero para menos, de la autoriornía".

El último documento de la Tarraconense lleva por título Raíces cristianas de Catalunya (1985). En él se afirma que el Estado es obra de los hombres, Ia patria es fruto de las leyes a las que Dios ha sujetado la vida de generaciones humanas". La cita correponde a uno de los fundadores de la conservadora Lliga Regionalista, Enric Prat de la Riba, llamado por Eugenio d'Ors "el seny ordenador de Catalunya".

"Raíces cristianas de Catalunya es un texto continuista, aunque amoldado al actual marco jurídico social, respecto a la visión de Torras i Bages", explica el sacerdote y director del Archivo Histórico Nacional de Cataluña, Casimir Martí. Ese nacionalismo nació como alternativa al liberalismo de tintes jacobinos y al catalanismo progresista, afirma Martí. "El clero respira nacionalismo moderado y los obispos participan de él", añade.

"La vigencia del debate sobre la autodeterminación es un hecho, pero creo que se mantiene a nivel de principios y se escamotean los intereses", dice el sacerdote e historiador, quien opina que "la Iglesia hace mal en no averiguar que es Cataluña en la práctica y quién la integra".

"El contacto con los inmigrantes hace que determinados discursos nacional-católicos no pasen de las palabras a los hechos porque no conectan con la realidad", subraya Joaquin Gomis, del Centro de Pastoral Litúrgica.

Gomis reconoce, al igual que Josep Maria Totosaus, que la Iglesia catalana tiene sus propias especificidades. "Aquí hay una situación de descristianización más profunda -aunque aceptada- que en otras partes de España; en materia, por ejemplo, económica, las sensibilidades son distintas", agrega. Las diócesis catalanas han sido pioneras en la pretensión de dejar de depender de la aportación presupuestaria de la Administración.

Ese sustrato distintivo tiene raíces históricas. No hay que olvidar que el que fuera arzobispo de Tarragona durante la guerra civil española, Francesc Vidal i Barraquer, se negó a firmar la carta colectiva del episcopado español en favor del bando franquista. Por ello murió exiliado en Friburgo (Suiza).

"Vldal i Barraquer no hizo nunca política, fue un obispo pastoral al 100%", afirma Josep Marla Piñol, especialista en temas eclesiales. Piñol sí hace objeciones a las apreciaciones del Full dominical de las diócesis de Vic, Solsona y Tarragona, cuando en la mencionada publicación, citando a Erich Fromm, se afirma: "El principio del mal menor es el principio de la desesperación. La mayoría de ocasiones no hace más que alargar las cosas hasta que se impone el mal mayor". A juicio de Piñol, "ese párrafo del editorial sobre el Onze de Setembre emplea los mismos argumentos catastrofistas que emplearon en el pasado integristas y nacional-católicos durante la República y la posterior Cruzada".

[Por otro lado, Joan Carrera y Carles Soler, ordenados ayer obispos en Barcelona, ofrecieron su colaboración a las autoridades catalanas "en aquello que nos corresponde, por el bien de la patria". Los nuevos prelados, que ocupan el cargo de auxiliares en la archidiócesis de la capital catalana, alabaron, asimismo, la sensibilidad hacia la cultura catalana del nuncio de la Santa Sede en España, Mario Tagliaferri, quien, en la ordenación celebrada en Santa Maria del Mar, utilizó la lengua catalana].

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