Una espléndida 'opera príma' española arranca los primeros aplausos del público y la crítica

Público y crítica disfrutaron ayer en el festival donostiarra de un acontecimiento infrecuente: la presentación en sociedad de un director novel que es también, por fortuna, un narrador de pies a cabeza. Juanma Bajo Ulloa da pruebas, con su espléndida Alas de mariposa, de su dominio ciertamente precoz de un medio expresivo que, como el cine, abunda en dificultades y escollos, ampliados hasta el infinito en el caso de un debutante. Al lado de su sensible y dura crónica generacional, la otra película que abrió la competición oficial, Shuttlecock, de Andrew Piddington, resulta más pretenciosa de lo que de por sí es.

El mérito del joven vitoriano es doble: uno, porque se atreve a afrontar sin complejos un tema difícil como es siempre el desencuentro afectivo entre padres e hijos y logra, además, un resultado inmejorable. Dos, porque sitúa la acción de su filme y el tratamiento estético con que lo reviste lejos de cualquier tentación moderna: sus personajes son obreros de su ciudad natal y la forma en que está concebida la película no rehúye ni contenidos simbólicos ni un uso del todo personal del tempo narativo.No parece que la mayor preocupación de Bajo Ulloa sea la de construir a partir de sus personajes una metáfora mayor que abarque, a todo un período histórico y a toda una sociedad -la acción transcurre durante el franquismo- pero no cabe duda que este hecho refuerza aún mas el substrato ideológico profundo que rige: la vida familiar, la religión. Como casi todos los otros elementos que el realizador convoca en su ayuda, su función está siempre supeditada a un fin superior, que es justamente la historia de una hija sensible y una madre, la felizmente recuperada Silvia Munt, en una interpretacíón notable.

Dureza

Pero lo que más llama la atención en esta película dura es el extraordinario aplomo de su director para emplear con todo desparpajo referencias culturales y cinematográficas de todo orden, desde una cuidada iconografía religiosa hasta ecos de otros cineastas que, como Víctor Erice, constituyen más que referencias puntuales, homenajes sentidos. Alas de mariposa aparece así como el primer filme importante del festival, cuando entramos en el segundo día de proyecciones -primero de concurso- y en medio de un panorama poco gratificante.

La otra película a concurso Shuttlecock, justifica sólo desde el punto de vista de su producción su inclusión en una programación que se pretende joven, y mayoritariamente europea. Coproducción franco-británica, rodada en Portugal y dirigida por el debutante Andrew Piddington, se trata de un filme fallido, que confunde su punto de vista narrativo y cuya estructura está supeditada por completo a la resolución de una anécdota que el espectador comprende desde la segunda secuencia del filme. Ni siquiera el siempre eficaz Alan Bates alcanza para salvar una película que trata igualmente de padres e hijos, pero al que le falta un guión equilibrado y un sentido visual un poco más elegante.