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EL PULSO DEL VIEJO CONTINENTE

La amenaza nacionalista ensombrece Europa

Odios antiguos y nuevas tolerancias se combaten en el continente

A punto de entrar en el siglo XXI y tras décadas en las que se han vivido dos guerras mundiales, una guerra fría, el apogeo y caída del comunismo y el diseño de un mercado único, los europeos llevan camino de volver a la misma situación en que estaban a principios del siglo XX. El final del comunismo en el Este, junto a la inminente integración de esa Europa en la economía occidental, ha desatado las fuerzas del nacionalismo y de los sentimientos étnicos, contenidos por las exigencias de la guerra fría durante los últimos 45 años. Desde el Atlántico hasta los Urales, los pueblos de Europa se enfrentan nuevamente a causa de los mismos problemas y cuestiones que marcaron el curso de la historia del continente en el pasado.En el sondeo El pulso de Europa -un estudio sobre actitudes sociales y políticas en el Viejo Continente realizado por el Times Mirror Center for the People & the Press, propietario. del diario Los Angeles Times- muestra la existencia de fuerzas contrarias que arrastran a Europa en direcciones opuestas: por un lado, la Europa del pasado, dominada por los odios entre sus distintos pueblos, la hostilidad y la posibilidad de conflicto; por otro, la nueva Europa de la cooperación y la tolerancia ilustrada. Cuando el siglo XX llega a su fin, las dos Europas coexisten frente a frente en cada una de las sociedades examinadas y combaten para decidir cuál de ellas dominará el futuro.

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En esta encuesta se pueden hallar múltiples motivos para ser pesimista respecto al curso de los acontecimientos en los próximos años. Los ciudadanos de los países del Este y de la antigua Unión Soviética se están replanteando su forma de gobierno, su economía y áreas importantes de su estructura social. Estas cuestiones fundamentales se le plantean a comunidades profundamente escépticas respecto a la clase política, agobiadas por la situación económica y cuyos sentimientos y reivindicaciones de carácter nacionalista no dejan de reavivarse. En Europa occidental, por otra parte, a pesar de la aparente tranquilidad en el terreno político, las cuestiones raciales, la protección de las fronteras y el resurgir de una Alemania poderosa adquieren renovada importancia mientras se avanza hacia la integración económica.

Los pueblos del este de Europa y de la (antigua) URSS -desprovistos de una tradición de pluralidad cultural en la que se vean representadas las diversas etnias, y cuya tolerancia no se vio favorecida por el comunismo- dirigen sus iras contra las minorías nacionales que habitan en sus propios países o contra los pueblos de las naciones vecinas. Mientras, en Europa occidental es perceptible la hostilidad hacia las minorías, al tiempo que la población de los principales países de la Comunidad Europea se vuelve más heterogénea en vísperas de la integración política y económica. La consideración que reciben los polacos por parte de los alemanes o la opinión de los franceses respecto a los norteafricanos es tan negativa como la visión de los habitantes de la Europa del Este respecto a sus propias minorías, pues en todos esos países, no menos del 40% de los encuestados afirma tener una opinión desfavorable sobre la principal minoría del país.

Los enfrentamientos étnicos en estos países son el reflejo de disputas seculares sobre fronteras, religión u otros asuntos de importancia para las naciones. Al menos seis de cada 10 húngaros y polacos piensan que hay zonas de los países vecinos que pertenecen en realidad a Hungría y Polonia, respectivamente. La antipatía de los húngaros hacia los rumanos y el rechazo de los polacos hacia los ucranios ilustran los sentimientos de unos pueblos cuyas fronteras constituyen zonas calientes.

Recelo ante los políticos

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La inmensa mayoría de los europeos del Este está de acuerdo con el pluralismo político y aprecia las libertades personales recientemente adquiridas. Pero, con escasas excepciones, se juzga negativamente a las incipientes instituciones políticas, a los dirigentes y a los órganos parlamentarios. En el Este hay profundas sospechas respecto a las razones que mueven a los políticos, y la gente duda de que las autoridades que acaban de elegir presten atención a lo que ellos piensan. Una abrumadora mayoría de los que han vivido bajo el régimen comunista no cree que el Estado busque el beneficio del pueblo.

El estudio revela que en todos los países del Este existe un claro vínculo entre la opinión sobre la democracia y la opinión sobre las medidas adoptadas para establecer una economía de mercado. Se puede decir sin lugar a dudas que el éxito de ambos proyectos está indisolublemente ligado.

La relación que se establece entre democracia y capitalismo está mucho más acentuada en Hungría. El malestar mostrado hacia el Parlamento es el reflejo de la impaciencia de los húngaros por el ritmo de la transición hacia una economía de mercado. El Parlamento de este país, el que más experiencia tiene con el capitalismo de todos los antiguos países comunistas, se ha enzarzado en discusiones sobre cómo privatizar las empresas estatales.

La privatización es el mayor obstáculo para la aceptación del capitalismo. Mientras que la privatización del sector terciario recibe un fuerte apoyo en la mayoría de los países del Este, tal apoyo es mínimo en el caso de la industria. La inmensa mayoría desea que la industria y la ininería sean controladas principalmente por el Estado. De forma semejante, el transporte, los servicios públicos y la sanidad se líen también como áreas que deberían permanecer en su mayoría bajo control estatal. Los rusos y los ucranlos están menos dispuiestos a las privatizaciones que el resto del Este.

La importancia del triunfo de las revoluciones en el Este no pasa

La amenaza nacionalista ensombrece Europa

inadvertida para Europa occidental. Las oleadas de refugiados han sustituido a las columnas de carros de combate como principal temor de los europeos cuando vuelven la mirada hacia el Este. La mayor preocupación internacional de Alemania es ser desbordada por una afluencia masiva de refugiados desde el Este como consecuencia de un colapso económico en la URSS. El rechazo alemán hacia los inmigrantes polacos y rumanos está ahora a la par con la más antigua antipatía por los turcos.La inquietud por las fronteras no se reduce al límite oriental de Alemania. El 79% de los británicos encuestados está a favor de la implantación de medidas de control más estrictas relativas a la entrada en el país. El apoyo a dichas medidas es similar o incluso mayor en los principales países de Europa occidental en vísperas de la eliminación de las fronteras internas.

No obstante, el estudio ha hallado escasos indicios de que los europeos estén cambiando de opinión respecto al mercado único europeo, ya sea desde este punto de vista o desde el punto de vista de cómo le puede ir a su país una vez unificado el continente. Siete de cada 10 entrevistados en Italia, España y Francia y seis de cada 10 en el Reino Unido apoyan la idea del verdadero mercado común económico que se avecina para 1992. Sin embargo, son muchos menos los que piensan en cada país que sus economías se verán fortalecidas por este paso.

El papel de Alemania

Muchos europeos prevén que el continente será dominado económicamente por Alemania, a excepción de los propios alemanes, cuyo optimismo respecto al futuro se ha visto enturbiado por el coste de la unificación.

El estudio descubre que no está clara la visión de Alemania respecto al pasado ni respecto al futuro. Los alemanes, tanto del Este como del Oeste, siguen aprobando la unificación. Sin embargo, muchos habitantes de la antigua RDA tienen la sensación de ser ciudadanos de segunda en su propio país, mientras que los del Oeste se muestran menos entusiastas con la unificación y se quejan de la carga económica que supone el Este.

El estudio se plantea cómo la fusión de los alemanes puede cambiar el carácter de la nueva Alemania. Lo más importante para Occidente, según los redactores del informe, es que los fuertes valores antimilitaristas de los alemanes del Este, sumados al tono pacifista que ya caracterizaba a la antigua RFA, pueden dificultar el que la nueva Alemania sea un aliado militar fiable.

De la misma forma que las ideas de los alemanes no están claras, tampoco lo está la opinión sobre Alemania de sus vecinos europeos. La opinión pública de sus enemigos en el Este durante la II Guerra Mundial presenta a Alemania, con mucha más frecuencia que a cualquier otro país, como la nación que más confianza les merece como un firme aliado, excepción hecha de Polonia.

El apoyo a un Estado del bienestar, o como mínimo a un sistema de seguridad social, es casi igual de elevado entre la población de los principales países de Europa occidental que entre las naciones del Este.

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