Un éxito del que todos dudan
Las posibilidades de éxito del acuerdo firmado ayer en Belgrado no son mucho mayores que las de anteriores compromisos entre las partes contendientes en la guerra en Croacia. Es difícil que las fuerzas serbias y algunos sectores del Ejército se dejen arrebatar en la mesa de negociaciones sus conquistas en el campo de batalla. El acuerdo, tal como es interpretado, en Zagreb, vuelve a situar la crisis donde estaba hace tres meses.Para que el acuerdo cuaje plenamente, la presencia de los observadores internacionales debería impedir la cooperación armada de Ejército y guerrilla, garantizar los derechos de la población serbia y encauzar el regreso del Ejército a los cuarteles, el desarme de los grupos rebeldes serbios y la desmovilización de la reserva de la Guardia Nacional croata.
Croacia puede aceptar estos puntos, que restituirían su control sobre el territorio perdido, que identifican como únicas bandas paramilitares a desarmar a la guerrilla serbia y sólo obligan a desmovilizar su reserva de la Guardia Nacional según se vaya cumpliendo la retirada del Ejército.
Es improbable, sin embargo, que Serbia y sus fuerzas rebeldes vayan a acatarlo. La masiva presión comunitaria les ha hecho ceder mucho. Durante meses se habían negado a toda observación extranjera, insistiendo en que se trataba de un asunto interno. Ahora no sólo se resignan a la internacionalización del conflicto sino que aceptan que entre los observadores haya militares aunque vayan vestidos de civil.
Con la firma del documento, Serbia reconoce ser parte del conflicto en Croacia, y así su responsabilidad directa al menos sobre parte de las Fuerzas Armadas que combaten allí.
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