_
_
_
_
LA NUEVA U.R.S.S.

"Esta no es la fiesta de Gorbachov"

El presidente de la URSS se enfrenta a una etapa en la que sabe que ya no es el líder

"Ésta no es su fiesta; no vendrá", respondió el diputado Yuri Chernichenko a la pregunta de si el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, aparecería en el balcón del Parlamento ruso, ahora llamado la Casa Blanca, y hablaría ante la multitud congregada para celebrar el fracaso del goIpe de Estado. La frase retrata el carácter de Gorbachov y muestra el gran problema psicológico que deberá superar ahora que, como nadie duda, tendrá que dejar de ser el principal protagonista en la vida política de la Unión Soviética.

Más información
Yázov: "No espero gratitud"

Cuando se invistió a Borís Yeltsin como presidente de Rusia este verano, Gorbachov estuvo pataleando dos días porque quería hablar el último. Y al final lo consiguió, pero su discurso no estaba en sintonía con lo que pasaba en la URSS. El líder soviético hablaba desde una perspectiva de un país que ya no existía, de un mundo de aparátchiks, de burócratas, que ya está superado.Esto es algo que Gorbachov, hasta el día en que le sacaron de su dacha tras un intento frustrado de golpe de Estado, no había tenido el valor de asumir. Se empeñó en no querer comprender que la sociedad soviética había madurado y había superado ya esa etapa.

Esta es la razón por la que Gorbachov vacilaba en la introducción de la economía de mercado y no ponía en los puestos clave a gente que realmente pudiera llevar a cabo las reformas radicales que el país necesita. Ello explica también que pusiera a la cabeza del Gobierno a gente como Nikolái Rizhkov o Valentín Pávlov, incapaces, como han demostrado, de tomar las medidas económicas que se necesitan.

Hijo del PCUS

Por eso se aferraba a la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Mijaíl Gorbachov es hijo de ese partido y estaba preso de la ideología comunista, de la cual se iba desprendiendo paulatina y reaciamente. Nunca quiso permitir que los diputados votaran, por ejemplo, sobre la propiedad privada de la tierra, insistiendo en que eso era algo que debía ser aprobado por referéndum. Y esta posición, en el fondo, la dictaba el hecho ele que simplemente no quería aceptar este derecho, que iba contra lo que pensaba, contra su ideología.Así fue como en otoño del año pasado, después de apoyar el plan de reforma radical elaborado por los economistas Stanislav Shatalin y Grigori YavIinski, lo rechazó. La explicación de este cambio se debía a que se habían realizado reuniones nocturnas del Politburó del PCUS en las que los máximos dirigentes del partido se pronunciaron categóricamente en contra del programa, que suponía la renuncia a la economía socialista. Y Gorbachov acató la decisión del Politburó, aunque como presidente de la URSS no tenía por qué hacerlo.

Presiones conservadoras

En ese momento Gorbachov apostó por el pasado. Al poco tiempo, cediendo a las presiones de los conservadores, cesó al liberal Vadim Bakatin como ministro del Interior, y en su lugar nombró al duro Borís Pugo, un hombre clave en la traición golpista del pasado lunes.Las advertencias de los políticos progresistas de nada valieron. Tanto es así que Edvard Shevardnadze, entonces ministro de Exteriores, se decidió a dimitir en un dramático discurso ante el Congreso de los Diputados del Pueblo en el que advirtió que la dictadura venía. Fue ante ese Congreso que Gorbachov presentó al conservador y gris Guennadi Yanáyev como candidato a la vicepresidencia. Y cuando fue rechazado por los parlamentarios, el presidente insistió, argumentando que debía tener a su lado una persona segura, en la que pudiera confiar. ¡Cómo se equivocaba Gorbachov! Luego le dejaron sus mejores asesores, y eligió a los nuevos miembros de su equipo entre los funcionarios del PCUS. Ahora Gorbachov está pagando por sus vacilaciones y por su apego a las estructuras del PCUS. El fracaso del golpe seguramente significa también el fin del PCUS. Pero Gorbachov es un hombre que ha hecho lo indecible por cambiar a la URSS, y ahora -es el deseo de muchos diputados progresistas- deberá asumir la nueva situación y tratar de contribuir al cambio acelerado del país desde una posición menos protagonista. El golpe de Estado "ha sido una lección para todos nosotros, incluido el presidente del país, Gorbachov", dijo Yeltsin el jueves en su apasionado discurso. Ahora los soviéticos esperan que Gorbachov haya aprendido la lección.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_