Sin maneras
LA DECISIÓN de la multinacional holandesa Akzo de abandonar La Seda, sociedad en la que participa desde 1925, ha puesto a la, empresa ante el brete de su supervivencia y ha concitado opiniones dispares sobre la forma de llevar a cabo esta decisión. La salida de Akzo de La Seda ha introducido una novedad en el comportamiento de las multinacionales, caracterizadas hasta ahora por un comportamiento globalmente ortodoxo. Aunque escasas, las desinversiones de multinacionales se han producido -salvo excepciones-ordenadamente, bien transfiriendo sus acciones a otros grupos o cediendo el negocio a los directivos.En el caso de Akzo y La Seda se ha roto un estilo tradicional. Todo accionista tiene el derecho a enajenar su participación en tina empresa. Lo que escapa a la lógica mercantil es anunciar la salida sin haber transferido antes -o simultáneamente- su paquete de acciones, salvo que se quiera reventar un patrimonio que a lo largo de la historia ha permitido cosechar buenos dividendos. Akzo pareció querer vender la piel antes de cazar el ose, cuando hace dos semanas se presentó ante los bancos acreedores y, para sorpresa general, anunció que dejaba La Seda y pagaba 8.000 millones de una deuda financiera total de 13.500 millones, guardando la proporción entre la deuda de la empresa y su participación en el capital de la misma.
Un grupo de empresarios catalanes llegó, con todo, a un principio de acuerdo con la firma holandesa para adquirir a precio simbólico sus acciones y asumir parte de la deuda. A última hora, las conversaciones se rompieron y en las últimas horas ha aparecido súbitamente un nuevo comprador cuyos planes son desconocidos.
Al despedirse a la francesa, Akzo ha mostrado la imagen más ruin y peligrosa de las multinacionales, una cara de la moneda que en estos años de atracción de inversiones extranjeras -tan positivas desde el punto de vista de las cuentas exteriores del país y de la competitividad industrial- habíamos olvidado. El grupo empresarial empeñado en salvar la emblemática empresa catalana seguramente jugó con fuego al modificar al alza sus pretensiones una vez que el acuerdo había sido anunciado públicamente y se había logrado el apoyo financiero de los bancos acreedores.
La entrada en escena del nuevo, comprador añade suspense a un drama que afecta al empleo de 2.500 trabajadores. Y al cabo la incógnita sigue siendo si se logrará o no evitar la quiebra del primer productor español de fibras químicas, un sector ya maduro en Europa occidental y con las difíciles perspectivas de ver aumentada su competencia desde los países en vías de desarrollo con la próxima desaparición del Acuerdo Multifibras y sus efectos proteccionistas.
Este desagradable episodio vuelve a recordar la debilidad del argumento según el cual la mejor política industrial es la que no existe, porque ya la harán nuestros socios europeos. Siempre hay una política industrial. El país que no la tenga, simplemente deberá atenerse a las ajenas, con sus efectos perversos incluidos. Como los generados por el comportamiento de la multinacional holandesa Akzo.
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