Cánticos de amor y muerte
La ópera en Mérida es una continua sorpresa. Si en las ediciones anteriores programaban Medea, de Cherubini, y Herodiade, de Massenet, dos títulos no precisamente populares, este año, no sometidos a los criterios organizativos de Carlos Caballé y sus artistas, se han descolgado con una coproducción con el mítico Teatro Kirov de Leningrado para poner en escena una ópera incompleta de Mussorgski raramente no ya representacla, sino ni siquiera tocada.A la versión orquestada por el compositor V. Nagovitsin con motivo del 1500 aniversario del nacimiento de Mussorgski (1839), se le han añadido ahora varias escenas dramáticas habladas en español que ilustran sobre el desarrollo de los hechos, apoyándose sobre todo en la novela de Flaubert y en concreto desarrollando el personaje de Salambó y la relación de Armílcal Barca con su hijo Aníbal. También se han intercalado algunas canciones compuestas por Mussorgski con textos de Pushkin que enmarcan algunos momentos clave de la protagonista: escena de la serpiente, escena de la seducción del libio Matho, muerte de Salambó. Con todo ello, la figura de Salambó adquiere un mayor significado que el que tenía únicamente con la música de Mussorgski, donde los coros y las intervenciones de Matho poseen una importancia trascendental. Las nuevas escenas son didácticas, respetuosas con el novelista y el músico, y ayudan a una mayor comprensión global de la obra.
Salambó
Letra y música de Mussorgski, sobre la novela de Flaubert. Versión dramática y escenas habladas de Manuel Cansezo. Orquesta, solistas, coro y ballet del Teatro Kirov de Leningrado. Director: Valeri Guergiev. Coro Infantil de Extremadura. Directora: Trini León.Teatro Romano de Mérida, 25 de julio.
Calidad
Se contó con los conjuntos estables de Leningrado: una garantía. Espléndida Olga Borodina como Salambó y poderoso Bulat Menzelklev como Matho. La orquesta y coros sonaron con calidad, aunque no evitaron en algún momento los problemas típicos de una representación al aire libre: ciertas imprecisiones en los ajustes de los conjuntos, falta de contrastes en la dinámica. No desentonó el Coro Infantil de Extremadura, fresco y preciso.En la puesta en escena se encontraron las mayores lagunas del espectáculo. Estática en exceso, agarrotada y sin un dominio claro del movimiento de las masas ni de la integración con el impresionante marco natural del teatro, careció de violencia en el festín de los mercenarios o de voluptuosidad en el personaje de Salambó. Las intervenciones del ballet de Leningrado fueron de una cursilería irritante.
El público de Mérida (que casi llenaba las gradas) disfrutó de una forma natural, espontánea y entusiasta con lo que estaba presenciando. "Cada año me lo paso mejor", decía una señora, a lo que su compañera de localidad le contestaba que "la orquesta y los cantaores de los coros son buenísimos". Si a este público ejemplar le ponen algún año Il trovatore u otro título de gran repertorio, puede ser el delirio. Se merecen el bellísimo teatro que tienen.
Babelia
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