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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pulso en Euskadiko

LA CRISIS que desgarra a Euskadiko Ezkerra (EE) desde la celebración de su último congreso, en febrero pasado, ha venido a coincidir con un momento en que se hacen perceptibles en el seno del nacionalismo vasco movimientos diversos en busca de alianzas hasta ahora inéditas y de reagrupamiento de fuerzas en torno a nuevos proyectos políticos. Los resultados de las últimas elecciones municipales, y sus efectos en la configuración de nuevas mayorías de gobierno en las entidades locales, parecen haber sido el elemento desencadenante de esta actividad.Con la vista puesta en las elecciones generales de 1993, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) esboza, por primera vez, la posibilidad de pactos con el Partido Popular (PP). El presidente del PNV, Xabier Arzalluz, no ha rechazado la mano que le ha tendido en este sentido su homólogo del PP, José María Aznar, en los recientes contactos habidos entre ambos para discutir el pacto autonómico propuesto por el Gobierno. Por su parte, Eusko Alkartasuna (EA), el partido de Garaikoetxea escindido del tronco nacionalista conservador, pugna por constituirse en centro aglutinador de un nuevo proyecto de nacionalismo radical y democrático hipotéticamente abierto incluso a sectores de HB.

En este contexto no es difícil aventurar dificultades añadidas para la solución de la aguda crisis que amenaza con partir en dos mitades a EE. A los factores iriternos que están en su origen -y que pueden resumirse en la creciente divergencia entre quienes pretenden que el partido vire hacia el nacionalismo abertzale y los que mantienen que debe seguir siendo una opción de izquierda nacional vasca y plural- se añaden ahora los foráneos, procedentes de quienes desde el exterior lanzan sus redes o preparan opas silenciosas para arramblar con los restos del posible naufragio.

En estos momentos, Euskadiko Ezkerra -un partido que ha ocupado en el País Vasco un espacio electoral reducido, pero que ha aportado en sus 15 años de existencia la capacidad de hacer política y grandes dosis de racionalidad en un ambiente marcado por la violencia- se halla dividido en dos sectores. De un lado está el sector crítico integrado en la corriente denominada Auñamendi, perdedor por escaso margen en el congreso de febrero y liderado por Kepa Aulestia, anterior secretario general; su propuesta es la transfórmación de EE en una nueva formación política o su integración en una coalición. De otro está el sector oficial liderado por Bandrés, Marlo Onaindía y Jon Larrinaga, su actual secretario general, para el que la apuesta política de marca de EE, que le ha dado respeto y una aureola de izquierda consecuente, sigue siendo perfectamente válida. Entre el suicidio de EE, al que llevaría una escisión, y su supervivencia, parece lógico que uno y otro sector aboguen por esta última y hagan todavía un supremo esfuerzo por debatir sus diferencias. Sería realmente lamentable echar por la borda el trabajo de 15 años de un partido cuya influencia ha superado con mucho, en Euskadi y en España, su implantación electoral y cuya desaparición se haría sentir en la política vasca.

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