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El empleado del banco me mira como si en vez de cambiar divisas le hubiera pedido pistachos. Esta mañana no tenían dinero en la sucursal del hotel y al acudir a la calle me he enfrentado con el calvario diario del iraní medio. "No pierda usted el tiempo aquí", me aconseja un señor mayor en la cola de la caja, desatendida desde 20 minutos antes. "Cambie en la calle, dan lo mismo y se ahorra la espera", insiste el buen hombre. El lema revolucionario Ni Este ni Oeste no ha funcionado y, en lo que a burocracia se refiere, Irán ha adquirido las peores costumbres del sistema soviético.

La 'Perestroika' irani

El presidente Rafsanyani intenta la difícil transformación de un país anquilosadoÁNGELES ESPINOSA ENVIADA ESPECIAL, Teherán

Ángeles Espinosa

La misma actitud de desidia se percibe en muchos empleados de las oficinas gubernamentales. La primera respuesta a cualquier petición es siempre no. Después, se puede negociar. No hay extensión de visado para la periodista, que ha recibido un permiso de visita para cinco días. Al final se prolonga tres más. No hay billetes de avión para Ahwaz en el vuelo de mañana por la mañana. Sonrisas, cartas de recomendación y, de vez en cuando, una inevitable propina consiguen plazas hasta en los vuelos cerrados la víspera. Es el arte del regateo aplicado a la vida cotidiana.El motor de la apertura

Esta realidad, tantas veces repetida en los países del Tercer Mundo, sorprende, sin embargo, al visitante que llega a Teherán alentado, por los anuncios de reformas y liberalización. "Me parece exagerado hablar de perestroika ", comenta un veterano embajador europeo a punto de abandonar su destino en Irán. "Se dan dos pasos adelante y uno atrás", aclara un joven diplomático para explicar la lentitud del proceso.

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La moda del cambio

El verdadero motor de la apertura iraní, la llamada perestroika de Raflanyani, está siendo la economía. En los dos años que el presidente Alí Akbar Hachemí Raflanyani lleva en el poder se ha podido observar una nueva aproximación a ese sector, que durante la primera década de la revolución islámica se tenía olvidado. El cambio se aprecia en dos aspectos: de un lado, la reprivatización, y de otro, el deseo de integrarse en la economía mundial.

"Es cierto que tras el periodo de estatalización que supuso en ese terreno la revolución se está volviendo poco a poco al impulso del sector privado", reconoce un observador occidental, que se apresura, sin embargo, a señalar la falta de garantías para el potencial inversor. "En cuanto al crédito externo, que hasta ahora constituía un tabú, el éxito de esa política va a depender en buena medida de la respuesta que reciba de Occidente", aclara, sin ocultar su aprobación de las medidas.

A quienes no parecen gustarles nada estos nuevos aires es a los llamados radicales, el sector más duro del régimen. Desde el último número del mensual Bayán, han calificado de fracaso la actuación económica de su Gobierno. "Incluso han tenido que tender la mano a los capitalistas exiliados en el extranjero", afirma la publicación. La acusación se extiende a la política exterior. "Desde que se aplica la política de puertas abiertas, muchos de nuestros problemas se han agravado", asegura Bayán.

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Del potencial de este país de 56 millones de habitantes lo dice todo el elevado número de hombres de negocios de todas las partes del mundo que estos días cruzan sus pasos en el vestíbulo del Hotel Laleh. Franceses, alemanes, italianos, e incluso brasileños, pero sobre todo japoneses, han acudido a la llamada de la apertura. La república islámica tiene aún pendiente el grueso de la reconstrucción de su infraestructura destruido en la guerra con Irak. "Hace cuatro años no existía una política económica, ahora el menos hay un intento", manifiesta uno de ellos.Los comerciantes del Bazar -un verdadero cuarto poder en Teherán- también se quejan de lo mal que está la economía y de la inflación. "Una cosa son las cifras macroeconómicas y otra el contexto económico real", admite un experto en la materia. Dos males retrasan los beneficios a corto plazo de las reformas introducidas por los tecnócratas del Gobierno. En primer lugar, la corrupción, extendida hasta extremos inimaginables, y en segundo, las consecuencias de la reciente crisis del Golfo.

La euforia inicial, que motivó la ganancia de 4.000 millones de dólares extra, ha dejado paso a un ambiente casi catastrofista ante las repercusiones negativas que ya se anuncian para el medio y largo plazo. Los cálculos del precio del petróleo a 25 dólares el barril se han revelado exagerados, y el dinero empieza a escasear en los presupuestos. 'Les faltan divisas", comenta un hombre de negocios danés, que, tras una semana de contactos, se. marcha de Irán sin ninguna firma en el maletín.

Una década lógica

Otro de los peligros es el desmesurado aumento de la población. Aunque en el último año la tasa de crecimiento vegetativo ha descendido del 3,9% al 3,2%, este ritmo aún exige un desarrollo económico del 4% sólo para mantener los actuales niveles de bienestar, algo que, sin duda alguna, requiere la ayuda exterior. De ahí la oposición de los sectores más radicales a esta reforma, ya que ven el endeudamiento externo como una hipoteca a su futuro.

Además, todas estas reflexiones ponen en entredicho los logros de la revolución. Admitida de forma implícita la marcha atrás en la economía y frustrados los profesionales e ilustrados que vieron en ella una cortapisa a sus iniciativas, el logro innegable de la era Jomeini ha sido la independencia mental de Irán. "No se está corrigiendo la revolución", explica una fuente oficial; "lo que sucede es que, tras unos primeros años de furor, estamos iniciando una década más lógica".

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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