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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Soberbia de Sadam

SADAM HUSEIN viene manteniendo viva una actitud de constante y soberbio desafío ante la comunidad internacional, aprovechando los intersticios de una estrategia aliada que tuvo en el consenso y en el equilibrio de la zona puntos esenciales de referencia, además de los puramente bélicos. Hasta ahora ha cosechado con esa actitud resultados nada desdeñables. El que sufre es el pueblo iraquí: es él quien padece los rigores del embargo internacional.Prometió la madre de las batallas hasta que, derrotado a las primeras de cambio, tuvo que huir con el rabo entre las piernas. Prometió establecer una nueva democracia, mientras luchaba por defender su precario puesto, hasta que pudo organizar una matanza de shiíes en el sur de Irak. Ha prometido la concesión de autonomía a los kurdos, esperando a la mejor oportunidad de liquidarlos, como ya ha hecho en dos ocasiones en el pasado. Ahora promete de nuevo la democracia, mientras ejecuta fríamente a 18 de sus generales. Y siempre intenta desafiar y engañar a las misiones extranjeras que llegan a Irak con objeto de hacer que se cumplan los compromisos de Bagdad de proceder a su desarme unilateral, especialmente en materia de tecnología y material susceptibles de ser utilizados en la fabricación de armamento nuclear.

En el trasfondo de la prudencia aliada se encuentran varios hechos. Por una parte, uno de los objetivos sobreentendidos de la guerra contra Irak, el de la democratización de Kuwait, no se ha cumplido, ni, al decir del grupo de siete partidos de oposición del emirato, se cumplirá; al menos, mientras esté la dinastía Al Sabaj en el poder. En segundo lugar, parece obvio que, desde el principio, Washington ha preferido evitar el desmembramiento de Irak (suponiendo que ése fuera el resultado de derrocar a Sadam y de atender a las demandas de los iraquíes shiíes en el sur y de los kurdos en el norte), probablemente para que no quede Irán como única potencia de la zona. Finalmente, la recuperación de la autoridad por las Naciones Unidas no podía asentarse en el cumplimiento sólo parcial de las resoluciones de su Consejo de Seguridad; tienen razón cuantos dicen que a la aplicación de las decisiones relativas al Golfo debería haber seguido la de las que se refieren a la cuestión palestina y la que obligaría a Israel a retirarse de la franja de seguridad que tiene establecida en Líbano una vez rendidas las guerrillas palestinas.

Existe en el Golfo, como es natural después de toda crisis, una tendencia a volver rápidamente a la normalidad. Políticos y empresarios esperan con impaciencia iniciar la reconstrucción del Irak asolado por la guerra. Los fabricantes de armamento piafan con igual urgencia porque se restablezca su mercado, lo que incluye las necesidades de rearme de Irak, aunque, para no incurrir en los errores que propiciaron el tremendo rearme de Bagdad, se limite su acceso al armamento más convencional. Será al respecto interesante comprobar cómo las grandes potencias reunidas en París se disponen a controlar el tráfico mundial de armas.

Se sugiere ahora que Washington empieza a inclinarse porque Sadam Husein sea derrocado. Pero la eliminación de 18 de los generales del Ejército iraquí a cargo del dictador complica ese escenario. El tiempo pasa. Su mismo transcurso consolida el régimen en sus formas de siempre. Sin evolución democrática a la vista es de temer que el panorama vuelva al desorden anterior a la guerra.

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