Emocionante pundonor de César Rincón
Cebada / Mendes, Rincón, CámaraToros de José Cebada Gago, con trapío y bonita estampa, flojos los cuatro últimos, todos encastados, pastueño el sexto.Víctor Mendes: estocada desprendida y rueda de peones (palmas y salida al tercio); pinchazo, estocada corta, rueda de peones y dos descabellos (silencio). César Rincón: dos pinchazos, estocada corta tirando la muleta y descabello; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio); pinchazo y bajonazo (oreja que pasea la cuadrilla); cogido en la faena, fue atendido en la enfermería de varetazo en zona ilíaca y dos puntazos en el escroto, de pronósttico leve. Fernando Cámara: estocada (vuelta por su cuenta); media muy trasera, rueda de peones, descabello y se acuesta el toro; la presidencia la perdonó un aviso (vuelta). Plaza de Pamplona, 9 de julio. Cuarta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
El pundonor torero de César Rincón, la emoción de su toreo: como en Madrid y en tantas otras plazas del país, también pudo verlo y vivirlo, ayer, la afición pamplonesa. En diversos pasajes de sus dos faenas tuvo al público en vilo y acabó en la enfermería.
El percance fue un caso de muy mala suerte: le tropezó el toro en un muletazo, hizo por él cuando le vio caído en el suelo, y no dio sensación de que allí se hubiera producido cogida alguna, pero el bravo diestro colombiano se incorporó literalmente doblado por el dolor. No era para menos ya que -luego se supo- el avieso toro le había zumbado duro donde lo del día de la boda. Donde lo del día de la boda, exactamente, le zumbó. Se pone uno en su caso y le entran sudores fríos. Mató Rincón como pudo y las asistencias se lo llevaron a la enfermería.
Peor trance había pasado César Rincón en su anterior toro, el segundo de la tarde, cuando tras unos estatuarios le citó para el pase en redondo desde mucha distancia, adelantada la muleta cuanto se lo permitía el brazo. El toro se arrancó codicioso, acudió al galope y tiró un derrote terrible que no levantó al torero mas le dejó la taleguilla absolutamente destrozada, a la altura del abdomen. Estremecía a cualquiera ver aquel desaguisado; a cualquiera, menos a César Rincón. César Rincón mantenía el tupé en su sitio, el color tal cual si acabara de regresar del veraneo, y ni se miró, siquiera, los desperfectos textiles. Sencillamente, siguió toreando. Y no era fácil. El toro tenía casta, un punto de genio también, y en cada embestida dejaba claro que, al menor descuido, podía derrotar de nuevo, esta vez con mayor acierto pues ya tenía explorada la zona abdominal del diestro. Es decir, que la faena hubo de ser a toma y daca, si se quiere de poder a poder, y César Rincón acabó campeón porque hizo uso de la buena técnica torera principalmente en el toreo en redondo, que instrumentó con hondura.El quinto toro, grandón, encastado y geniudo, tenía peligro. El quinto toro, en vez de avisar, pegaba el gañafón. Y si hubo un momento en que llegó a desbordar al torero, el torero -¡menudo es!- se apresuró a someterlo en una vibrante tanda de naturales. Pidió la espada y -aquí su error- quiso prolongar un poco más la faena. Un vano empeño. Porque el toro, ya muy avisado, le tropezó, le corneó en el suelo por las partes que se dijeron y la pundonorosa, torera, emocionante faena, tuvo su epílogo en la enfermería.
Víctor Mendes banderilleó con facilidad a sus dos toros, los muleteó con excesivos alivios y movimientos. Fernando Cámara estuvo muy voluntarioso en su lote y al nobilísimo sexto le hizo una faena precipitada, corajuda, con pasajes tremendistas, bastante ajenos a su personalidad artística.
Quizá pensó que en Pamplona debe hacerse así. Lo que no tuvo en cuenta, en cambio, fue que esa faena bullanguera se la estaba haciendo a uno de los toros más bonitos que parió vaca; un sardo luminoso de postal. Y cuando hay un toro de postal, además noble, inmediatamente se echa de menos el toreo. El buen toreo, entendámonos.
Babelia
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