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La gran escapada

El deterioro social de los países del Este ocasionará una gran presión migratoria hacia Europa

Milagros Pérez Oliva

Las reformas económicas emprendidas en los países del Este están teniendo unos costes sociales mucho más elevados de lo que se había previsto, hasta el punto de que la pobreza y el alarmante deterioro de la situación social pueden llegar a bloquear el proceso de transición política emprendida por estos países, según diversos políticos, intelectuales y expertos reunidos por el Unicef en Florencia (Italia) los pasados 24 y 25 de junio. Los demógrafos vaticinan que la presión migratoria hacia los países de la Europa Occidental será muy superior a la que éstos podrán soportar y acelerará la depauperación de los países del Este si no media una decidida política de ayuda al desarrollo por parte de Occidente.

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Después de haber reclamado durante décadas la libertad de circulación para los países del Este, Europa va a encontrarse de repente ante un dilema ético de gran envergadura: qué hacer frente a la enorme avalancha de emigrantes que se le avecina. Los 35.000 albaneses que se han precipitado sobre Italia en los últimos meses no son más que la punta del iceberg. Unos 5.000 de esos emigrantes son menores de 16 años y 2.300 han llegado a la costa italiana absolutamente solos, escapando de la miseria en busca de un nuevo Eldorado.En la década de los ochenta se calculaba que el número de emigrantes que salían de los países del Este era de unos 100.000 anuales. Tras los cambios políticos de 1989, han abandonado esos países 1,4 millones de personas, pero la gran escapada puede producirse en los próximos años, y no por razones políticas, sino económicas. En los próximos años, el 50% de los jóvenes de entre 15 y 25 años estarán en paro y sin esperanzas de poder entrar en el mercado de trabajo.

Seis millones de rusos han expresado su deseo de abandonar el país, a los que hay que sumar el 13% de los polacos, el 8% de los húngaros y el 5% de los checoslovacos, según recientes encuestas.

La situación social se está deteriorando tan rápidamente que, según Giovanni Andrea Corma, del Unicef, "cabe el riesgo de que no pueda gobernarsC. Y es que las reformas se han emprendido, pero las esperadas ayudas económicas de Occidente no se han visto. Según Piotr Mierzewski, primer secretario de Estado para Sanidad y Asuntos Sociales del Gobierno de Polonia, hasta ahora entre el Este y el Oeste "hay más comercio de ideas que actividad económica".

"Estamos inmersos en una recesión económica abrumadora y un deterioro social tremendo, pero la solidaridad internacional no llega", afirma el ministro de Sanidad de Bulgaria, Ivan Chernozemski, un médico que observa con gran preocupación cómoel año pasado la pollomielitis, que estaba casi erradicada, se cobró 40 víctimas en su país.

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Fase de pánico

Piotr Mierzewski fue contundente: "0 Europa viene a nosotros, o nosotros iremos a Europa. 0 trabajamos en una fábrica de Berlín o esa fábrica abre una delegación en Varsovia. Así están las cosas. Primero vivimos una fase de entusiasmo, luego otra de ilusión, y hemos pasado ya de la desilusión al pánico. Sabemos lo que queremos hacer, el problema es córno".

Según Alena Kroupvá, delMinisterio de Trabajo y Asuntos Sociales de Checoslovaquia, el desastre cabalga sobre dos factores, el desempleo y la inflación, cuya combinación ha conducido a la pobreza a más de un tercio de la población.

1 0 la pobreza o la emigración. Esta es la única alternativa para muchos. Con el agravante de que quienes primero harán las maletas serán los jóvenes, y entre ellos marcharán también los mejores cerebros y los técnicos mejor preparados, porque los contrastes son brutales y todos lo saben: un trabajador polaco de la construcción puede ganar en dos meses en el Oeste lo que en Poloniale costaría cuatro años de trabajo. Un médico rumano cobraría un salarlo 100 veces superior al que recibe en su país si pudiera ejercer, por ejemplo, en Francia.

La presión migratoria desde los países de] Este coincidirá con una situación muy favorable a la inmigración en la Europa rica, que mantendrá su crecimiento económico en un momento de máxima recesión demográfica. Según Bimal Ghosh, de la Organización Internacional para las Migraciones, con sede en Ginebra, Suiza, la población activa disminuirá drásticamente en la Europa Occidental en los próximos años. Al finalizar esta década habrá pasado de 147 millones de trabajadores a 137, mientras el envejecimiento de la población exigirá la creación de gran cantidad de puestos de trabajo en el sector de los servicios.

En opinión de Massimo Saraz, consultor de política social del Gobierno italiano, no es posible u . n control de los flujos migratorios hacia Europa sin una política de ayuda al desarrollo en esos países. Según Ghosh, Europa debe aplicar una política migratoria más abierta, que resuelva sus problemas de mano de obra y la integración sociocultural de los nuevos trabajadores al mismo tiempo que garantiza, mediante ayudas al desarrollo, el despegue económico de los países de origen.

No va a ser fácil. Con escasas excepciones, las reformas se han aplicado sin haber calibrado antes sus consecuencias, y ahora ya es muy difícil frenar el rápido deterioro de las condiciones de vida. Lo cual no sólo hace más difícil la transición política, sino que amenza incluso la legitimación y el consenso necesarios para llevarla a cabo.

La mayoría de los países se plantean ahora articular una política social que aminore los efectos del cambio y cubra aspectos esenciales, como la asistencia sanitaria y la subsistencia en el desempleo. Los nuevos gobernantes están en el atolladero. Ellos solos no pueden. Miran a Occidente y esperan: sólo un nuevo Plan Marshall puede evitar el desastre.

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