Cautivos
Me escribe un español de 75 años -viejo, que no anciano, puntualiza- que hasta ahora ha vivido de prestado en casa de un amigo y que en adelante tendrá que hacerlo en el interior de una furgoneta sin motor que ha comprado a precio de desguace. Desde siempre trabajó, pero carece de pensión y Seguridad Social. Pide que no dé su nombre, para evitar represalias. Recela.En su calidad de excautivo republicano, sometido a dos. consejos de guerra bajo la justicia franquista, parece que tiene derecho a una indemnizacion, o como se llame, de un millón de pesetas, pero, pese al papeleo, el dinero no llega. Ni a él ni a los que están en su situación. "Y considerando que el másjoven ronda los setenta, es posible que cuando llegue no vivamos para disfrutarlo".
Hay cartas que a una le duele recibir, y ésta pertenece a esta clase: porque muestra la desesperación de alguien a quien se le han cerrado todas las ventanillas y a quien sólo le resta el recurso de confiar en una desconocida y en el azar. Tal vez llegue a sus manos, tal vez no, se habrá dicho mi comunicante. Quizá escriba una columna, quizá no. Pese a todo, le puso un sello a la esperanza y la echó al correo.
Siento una enorme estima por los excombatientes que perdieron nuestra guerra, por la forma en que su presente se quebró, y también su futuro, en la mayoría de los casos. Les adeudo mi memoria de un tiempo no vivido que también me marcó para siempre. Y resulta penoso constatar que medio lustro después siguen perteneciendo a la categoría de los perdedores, y que su grito pasa inadvertido en este país nuestro de la ingratitud y el olvido. Un millón de pesetas, menos que una gota de agua en el océano de fastos y catálogos de lujo.
Sé que esta columna no servirá para nada. Aun así, aquí está mi mayor respeto.
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