_
_
_
_
Reportaje:

Una razón para nacer

La concepción de un hijo para salvar a otro con un trasplante desata un debate en EE UU

La decisión de una madre californiana de concebir un nuevo hijo con el fin de salvar la vida, mediante un trasplante de médula, a su hija mayor, de 19 años, enferma de leucemia y desahuciada por los médicos, ha desatado un fuerte debate ético en EE UU sobre la nobleza de las razones de la maternidad.

Los cirujanos se inclinan sobre una niña de 14 meses llamada Marissa Ayala. Está anestesiada en la mesa de operaciones en el City of Hope National Medical Center de Duarte, California. Un cirujano introdujo una aguja de 2,5 centímetros de largo en la cadera del bebé y, muy despacio, extrajo el tuétano de la médula. El equipo médico trasladó rápidamente la médula a otra sala del hospital en la que esperaba Anissa, una joven de 19 años hermana de Marissa. A través de un catéter de Hickman introducido en el pecho, el doctor comenzó a suministrar la médula del bebé en las venas de Anissa. Si todo va bien la médula dará vida a la hermana mayor, que, de no haber sido por ello, habría muerto de leucemia mielética. Según los médicos, las posibilidades de éxito son del 70%.A Anissa se le diagnosticó una leucemia hace tres años. En estos casos, la paciente suele morir a los cinco años, a no ser que se le practique un trasplante de médula. Abe y Mary Ayala, propietarios de un negocio de reparación de cuentakilómetros, comenzaron una búsqueda por toda América de un donante cuya médula fuera compatible con la de Anissa. La búsqueda, rodeada de una publicidad conmovedora, fracasó. Los Ayala no aceptaron el destino de su hija de una forma pasiva. Sabían por los médicos que lo ideal sería un trasplante de médula de un hernano, pero la médula de su único hermano, Airon, era incompatible. Su vida, al parecer, podía depender de un hermano que no existía todavía.

Embarazo a los 43 años

Una empresa arriesgada y surrealista. En primer lugar, Abe tenía que ser sometido a una intervención quirúrgica para anular la vasectomía que se había hecho, un procedimiento que tiene un porcentaje de éxito de sólo el 40%. Una vez realizada, Mary Ayala tenía que intentar quedarse embarazada a la edad de 43 años. Había una probabilidad entre cuatro de que la médula del bebé fuera compatible con la de su hermana. A los Ayala les salió bien la jugada.En abril de 1990, Mary dio a luz una niña, Marissa. Se le extrajeron células fetales del cordón umbilical y se congelaron para utilizarlas junto con la médula la última semana del trasplante. Todos esperaban el momento oportuno -el bebé tenía que crecer y ser lo suficientemente fuerte para donar sin riesgos, a pesar de que la cuenta atrás de su hermana había comenzado.

Doce días antes de la operación, Anissa comenzó a recibir un tratamiento intensivo de radiaciones y quimioterapia para matar su médula enferma. Se le calló el pelo. Su sangre perdió glóbulos. Su sistema inmunológico no funcionaba. Pero entre dos y cuatro semanas las nuevas células llegarían y comenzarían a dar a Anissa una nueva vida.

El drama de los Ayala -tener un hijo con tan pocas posibilidades para salvar a su hija mayor- les parecía a muchos un milagro; a otros, problemático. Molestaba el espectáculo de una niña a la que no se la ha traído al mundo, al parecer, como un fin en sí mismo, rodeada de todo el afecto y la santidad que se supone que se le concede a una nueva vida. Más bien, se encargó un niño que sirviera como medio, un surtido biológico.

La gente que quiere tener hijos tiene muchas razones -frívolas, sentimentales, prácticas, emocionales, biológicas-. Las familias de agricultores necesitan hijos que trabajen en el campo. En gran parte del mundo, los niños significan seguridad social de cara a la vejez. Son objetos de orgullo para mucha gente, una extensión de su ego. O a veces, una medida desesperada para intentar salvar un matrimonio. Según el doctor Rudolf Brutoco, pediatra de Marissa Ayala, "¿tiene sentido dar a luz a un niño para que el pequeño Johnny tenga una hermanita, pero no es aceptable concebir al mismo niño para que Johnny pueda vivir?".

Los Ayala seguramente, concibieron un niño del lado de los ángeles. Considerado en términos familiares, su comportamiento es difícil de criticar. Actuaron según unos principios de desesperación. La vida quiere vida. El primer deber de los padres es proteger a sus hijos. Los Ayala afirman que nunca pensaron en abortar si la médula del bebé resultaba ser incompatible con la de Anissa. Cuidarían de las dos hijas si ocurriera un milagro que permitiera a la mayor seguir viviendo y a la pequeña nacer. Era posible ver el drama como un acto de gracia.

Su caso planteó dilemas médicos y tecnológicos que le sobrepasaban. La posibilidad monstruosa es la siguiente: en el pasado se utilizaban cadáveres para extraer los órganos que había que trasplantar. Hoy, como en el caso de los Ayala, se explota la vida para salvar otra vida. Pero, aparte de los Ayala, ¿qué ocurre si una pareja decide tener un niño para conseguir una médula compatible con la de otro niño, y si el tejido del feto no es apto para el trasplante? ¿Decide la pareja abortar e intentarlo de nuevo? Según el doctor Norman Fost, pediatra y ético de la Universidad de Wisconsin: "Si crees que una mujer ha decidido dar fin a su embarazo por cualquier motivo, no me parece que abortar por esta razón sea peor".

Donantes vivos

En el mundo de la tecnología médica avanzada, la utilización de tejidos vivos se ha hecho más compleja y problemática. Un niño recién nacido que padezca una malformación congénita conocida como anencefalia morirá con toda seguridad a los pocos días de nacer. Estos niños podrían ser una fuente valiosísima de órganos y tejidos para otros niños. "¿Está bien ese tipo de cosecha?

El tejido fetal abortado se ha revelado como una promesa para el tratamiento del Parkinson y Alzheimer. Pero este tipo de experimentos se han visto bloqueados en Estados Unidos por una prohibición de la fundación federal para la investigación que haga uso de tejido fetal. Algunos activistas antiabortistas creen que si la técnica tiene éxito las mujeres estarán dispuestas a tener hijos simplemente para proporcionar el material que sus familiares necesiten. La madre de una chica de Maryland que padece diabetes confirma este temor: "SI la técnica fuera perfecta hoy, saltaría a la cama ahora mismo. No es un tema sencillo, pero yo mataría a un niño que no hubiera nacido por mejorar la vida de mi hija".

La tecnología de los trasplantes se está desarrollando tan rápidamente que las nuevas prácticas están dejando atrás la capacidad de la sociedad para explorar sus implicaciones morales. Los primeros trasplantes de riñones se realizaron hace más de 35 años y se recibieron como una novedad extraordinaria. Hoy, los trasplantes forman parte de nuestra cultura. El número de órganos trasplantados es superior a 15.000 al año y sube un 15%.

La mayoría de los órganos proceden de cadáveres, pero el número de donantes vivos está subiendo. Hubo 1.788 el año pasado, un 15% desde 1898. De ellos, 1.773 fueron riñones.

El pensamiento ético se preocupa también por el daño psicológico hecho tanto al donante como al enfermo. ¿Cómo reaccionarán los niños cuando más tarde sean conjurados y utilizados de ese modo?

Considérese el caso de Michelle Kline, una participante del concurso de Miss América en 1989, que recibió un hígado de su hermano 19 meses antes del desfile. Dejó de hablarle, aunque se reconciliaron más tarde. "El hecho de tener parte de su hermano dentro ocasionó tremendas tensiones", según Rence Fox, profesor de sociología médica de la Universidad de Pensilvania. La tiranía del don: "Era un sentimiento haber contraído una deuda aplastante que ella no podría pagar". Por otro lado, un donante de hígado tuvo una horrible depresión porque el receptor no mejoró y se mató desesperado.

Comercio de órganos

Nunca habrá órganos suficientes de cadáveres para hacer frente a las necesidades crecientes de gentes que se mueren por el fallo de un tejido o un órgano. Esto hace que se dé más importancia y aumente el riesgo entre parientes vivos que podrían servir de donantes y que los miembros de las familias estén cada vez más presionados a la hora de proporcionar órganos para salvar a familiares.La controversia más famosa de una petición de este tipo terminó en los tribunales el año pasado. Tamas Bosze, propietario de un bar en Chicago, se le comunicó que sólo un trasplante de médula podría salvar a su hijo Jean Pierre, de 12 años de edad, que padecía leucemia.

Los donantes potenciales del chico eran los hermanos gemelos que tenía de una novia anterior a su matrimonio. Bosze demandó a la mujer en un intento de obligarla a que los chicos fueran analizados para ver si el tejido era compatible. Ella se negó, y el tribunal apoyó su decisión. El pasado noviembre murió Jean Pierre Bosze.

La ley federal prohíbe ahora cualquier tipo de compensación por la donación de órganos en Estados Unidos. En China y en la India hay un riesgo de comercio de órganos como los hígados. ¿Llegará el día en que los norteamericanos tendrán un mercado de órganos?

Copyright Time

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_