El último bastión
El último bastión del machismo helvético cayó en noviembre de 1990. Hasta entonces las mujeres del semicantón de Appenzell-Rodas, a orillas del lago Constanza, no o btuvieron, aunque parezca increíble, el derecho al voto cantonal por la feroz oposición de los hombres.En esta comarza suiza hay un dicho significativo: "Primero viene el hombre, después la vaca y al final la mujer". Quizás por eso los 4.500 hombres de Appenzell se negaron al sufragio femenino en tres ocasiones -1973, 1982 y 1989- en que éste fue sometido a votación. Por último, el Tribunal Federal decidió en noviembre pasado que la Constitución, que garantiza la igualdad entre los sexos, debía aplicarse también a la autonomía concedida a los cantones en sus consultas electorales.
Las mujeres del Appenzell obtuvieron así, gracias al recurso de una de ellas, Theresa Rohrier, de 35 años, el derecho al voto a mano alzada, igual que sus compañeros varones. Pero los últimos partidarios de la misoginia electoral se solidarizaron con Beat Graf, presidente del Gobierno de Appenzell-Rodas, cuando dijo: "Algunos se preguntarán cuál es ahora el valor de una landsgemeinde cuyas decisiones, simplemente, pueden ser suprimidas por un tribunal".
Universitarias en paro
Nada extraño si pensamos que la tercera parte de las universitarias suizas nunca se integrarán en el mercado de trabajo y sólo un 5% llegará al nivel de cuadro, que en la Universidad de Ginebra hay 52 mujeres porcada 100-estudiantes y cuatro por cada 100 profesores, según publica la revista L'Hebdo.
La misma revista publica unos cuadros que reflejan la proporción de mujeres que trabajan en los tres niveles que tienen firma en determinadas empresas claves. En la UBS (Union des Banques Swisses), la proporción es de 13/0 en el nivel superior, 423/ 10 en el intermedio y 731/43 en el inferior.
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