Como los Ángeles
Sin aparato propagandístico, si es que su solo nombre no constituye la más alta publicidad, Victoria de los Ángeles reapareció en el Auditorio Nacional de Madrid. Su concierto, en unión con el excelente pianista y compositor Manuel García Morante, fue, más que revelador, asombroso, y el público rindió a nuestra grandísima, estrictamente singular cantante, el más sincero, entusiasta y real de los homenajes.Ante lo que hace Victoria de los Ángeles sólo cabe un comentario en forma de interrogación: ¿cómo es posible? Porque volvimos a escuchar la pureza de un sonido sin mácula, el fraseo natural de una música de primer orden, la dicción perfecta en todos los idiomas y la gracia clásica, sin el menor exceso, que otorga a Schumann cuanto encierra y ennoblece el popularismo directísimo de Joaquín Nin. Si pensamos que este repertorio de maravillas se lo escuchábamos a Victoria hace 47 años, la asombrada pregunta queda más que justificada.
Recital de Victoria de los Ángeles
M. García Morante (pianista). Obras de Gallupi, Paisiello, Pergolesi, Haendel, Schubert, Schumann, Chopin, Fauré, García Abril, Granados, Albéniz y Nin. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de junio.
Paso a paso, Victoria nos llevó de los barrocos italianos y Haendel hasta las melodías gallegas de García Abril a través de cuatro calas bien definidas., la primera con Gallupi, Paisiello (la Zingarella), Pergolesi (la Serva padrona) y Haendel (Radavisto), el momento más valiente y arriesgado de la tarde, del que la cantante salió, como su nombre obliga, victoriosa.
Trípticos
Luego, un tríptico de románticos -Schubert, Schumann y Chopin-, y, en tercer lugar, otro tríptico dedicado a Fauré, en el que la su sensibilidad emocionó a todos. ¡Qué belleza la expresada en Tristesse, sobre Gautier, o en la Chanson d`amour, sobre Sylvestre!. Para finalizar, un grupo español con dos bellísimas y personales páginas sobre textos gallegos, de Antón García Abril -Todo e silencio, de Rosalía, y Mariñeiros, de Las Casas-; dos tonadillas de Granados en las que el autor de Goyescas quedó transfigurado para demostrar que la elegancia de línea y el aliento popular no sólo son compatibles sino convenientes; dos de las Baladas italianas, de lsaac Albéniz, sobre poemas de la marquesa de Bolaños. En fin, Joaquín Nin, en sus canciones a la sombra de Falla con el Paño murciano y el Vito andaluz. Y, naturalmente, cuantos bises quiso dar, pues el público estaba dispuesto a que aquello no tuviera fin. Existen artistas que se admiran, otros que conmocionan y los más egregios e insólitos que despiertan sentimientos de verdadera gratitud. En este último apartado entra Victoria de los Angeles.
Babelia
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