Quinientos años en los tiempos del cólera
Llegan los 500 años del descubrimiento y llega también el cólera. Misteriosamente entrado, aparentemente desde el Oriente, la peste comienza en Perú y va salpicando algunos otros puntos del Pacífico latinoamericano. Por supuesto, a nadie se le ha ocurrido hablar de un intento de genocidio, porque la desgraciada reaparición es un resultado de factores naturales, sorpresivos incluso en su irrupción. No media la voluntad de daño o exterminio de nadie, y, por tanto, nadie puede usar esa palabra, genocidio, que si siempre fue dramática, desde la última guerra mundial adquiere una poderosa carga emocional.Desde esa perspectiva tan contemporánea, que nos da un testimonio tan vivido, ¿por qué no tratar de entenderlo que fue el dramático proceso de reducción demográfica ocurrido en América luego del descubrimiento y que alegremente se califica de genocidio en esos melodramáticos panfletos neoindigenistas, tan a la moda?
En tren de recordar, bueno es evocarlo que fue la peste en Europa cuando los descubrimientos hacia el Este pusieron a Europa en contacto con Asia. Primero fueron las Cruzadas, y luego Génova y Venecia, las abanderadas de ese andar hacia el Este. Para allí marchaban los Marco Polo, pero en dirección contraria venían las caravanas de la seda, y con ellas la peste. Como dice Emmanuel le Roy Ladurie en reciente artículo, "es la unificación microbiana de Eurasia. Balande atroz: de un tercio a la mitad de los poblamientos europeos, en diversas reapariciones, sucumbe a las catástrofes de la peste desde 1360 a 1460...".
Esa unificación microbiana,. así como contagió, inmunizó, y por ello fue pasando, como suele ocurrir con estas epidemias. Es en ese momento que Europa llega a América, continente hasta entonces aislado, sin contactos exteriores. Mucho más aislado que África incluso. De golpe, en muy pocos años, se recibe el impacto de las enfermedadeseuropeas, que producen una secuela devastadora. La viruela, el sarampión, el tifus y la gripe asolaron. La primera epidemia de que sie habla fue la de La Española, donde la viruela prácticamente acabó con los nativos, mucho antes de que pudieran ser explotados económicamente o maltratados por crueles encomenderos...
No puede ignorarse que, de retorno, también marcharon hacia Europa las enfermedades americanas, como la sífilis, de la que hubo horrible contagio, pero menos devastador por las distintas características de la batalla biológica que se libró.
El hecho, entonces, es que América fue contagiada por enfermedades que se difundieron primero epidémicamente, y luego permanecieron, en algunos casos, con carácter endémico.
Con el correr de los años, la población indígena se fue recuperando, al punto que tres siglos después había vuelto a alcanzar una cifra muy parecida a la existente a la llegada de Colón, dentro de los términos muy relativos que suponen estos números. Población indígena que más o menos mestizada, ha llegado hasta nuestros días.
No cabe ignorar, naturalmente, que los indios sufrieron también las consecuencias, de las guerras, resultado de la conducta violenta de los conquistadores y de los enconos existentes entre las diversas etnias o facciones indígenas, enfrentadas a veces por la sucesión en el poder, u otro tipo de rivalidades, hábilmente explotadas por aquéllos. Se menciona también como factor las migraciones producidas por la conquista, y hasta el impacto psicológico de ella.
Pero no hay autor serio que actualmente no mencione en primer y principal término las enfermedades infecto-contagiosas como causa predominante la reducción demográfica de los indios americanos.
Se trata, entonces, de circunstancias históricas, tan históricas como que eran un típico producto del devenir de los tiempos. ¿Quién podía detener a Europa en su marcha hacia el Este?
El capitalismo nacía, la ciencia florecía, la economía europea se expandía y faltaba el oro, ahora monopolizado por los comerciantes árabes, luego del cierre del Mediterráneo por los turcos. Esa expansión comercial demandaba artículos de lujo y se precisaba seda. También alumbre para la industria textil, y las famosas especias, noveladas por Stephan Zweig como motor de la conquista y hoy ubicadas por los historiadores económicos como un modesto artículo más, entre los tantos que se traían del Oriente.
Esta Europa que se despa- rramaba hacia Asia es la que trajo la peste y la sufrió. Es la misma que, sin saberlo, llevó hacia el Oeste sus virus, bacte rias y microbios. El mundo, por primera vez, se globalizaba, se mundializaba; si cabe la expresión, consciente ya de su propia dimensión, luego de los viajes y descubrimientos.
Y con ello iba y venía la gente, como iban y venían las mercaderías, y detrás de todo ese tráfico, esos fenómenos inesperados y a veces imprevisibles.
Fenómeno parecido ocurrió luego en Australia y en muchas islas del Pacífico, en tiempos en que de esos contagios se tenía mejor noticia.
Pero esto no es consuelo, sólo comprobación. Se trata de entender, simplemente, que no puede hablarse de genocidio porque nadie tuvo voluntad de matar. Ni en Australia, ni en Europa cuando vino la peste, ni en América cuando llegaron las enfermedades. Son desgraciadas consecuencias no previstas de un fenómeno irrefrenable en una sociedad en cambio.
Los renovados tiempos del cólera, que hoy retornan. como fantasmas del pasado, vuelven a darnos una perspectiva bien real para entender mejor.
fue presidente de Uruguay.
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