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Hierro, González y Rodriguez explican a Celaya

Un público abigarrado que llenó los asientos, sostuvo las paredes y se desparramó por el suelo, como en una asamblea estudiantil, ocupó ayer la Residencia de Estudiantes para escuchar las voces de José Hierro, Claudio Rodríguez y Ángel Conzález, poetas del Medio Siglo, en un homenaje a Gabriel Celaya. Presidía Amparitxu, la viuda de Celaya.

El programa, así anunciado, era que declamaran poemas de Celaya -y para recoger la infrecuente unión de voces se habían dispuesto magnetófonos-, pero como se repite en estos actos en España, primó la exégesis sobre los versos y los poetas explicaron. Ángel González, profesor en una universidad de Estados Unidos, relató cómo Celaya, junto con Hierro, arremetió contra el "lirismo entre comillas" que padecían los poetas garcilasistas de la España interior tras la guerra, y glosó su Amada naturalidad, no siempre comprendida, y su deseo de fusión con "las fuerzas elementales": "Cierro los ojos para unirme con las plantas, con los seres nacidos que se agitan sobre la tierra..."Con su voz cascada y tímida, José Hierro alabó el garcilacismo enemigo pues, razonó, situó la poesía española en un lugar visible contra el cual disentir. Se quejó de las etiquetas que sufren los poetas (todos se quejaron), y mencionó a tres para explicarse la poesía de la posguerra: Aleixandre, Alonso y Celaya. Con gracia recitó un poema de éste que decía: "Créanme, soy un buen chico, cuando estoy contento largo telegramas hasta que me arruino", y también: "Quién, si no está loco, se toma a sí mismo tan en serio". Fue ovacionado. Alargando las vocales, como es en él costumbre, Claudio Rodríguez subrayó la paradoja de que Celaya pretendiese el anonimato de la poesía -"Nadie es nadie, todos vivimos los unos en los otros..."-, él, que era voz individual. Negó que Celaya fuese poeta, sino bardo; un aizkolari(versificador vasco que improvisa), pues su poesía es coral. "Era un energúmeno en el buen sentido de la palabra", dijo. Luego leyó versos que, dudó, podían ser suyos o de Celaya: "La alegría es un prodigio, amigo, tan sencillo, amigo..."

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