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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lo que permanece, lo que puede cambiar

A LA vista de los datos conocidos anoche, prácticamente definitivos, tres conclusiones de orden general parecían deducirse de las elecciones municipales y autonómicas celebradas el domingo: primero, un acusado ascenso de la abstención, especialmente en algunas de las principales ciudades. Segundo, que si bien el Partido Socialista Obrero Español sigue siendo con rotundidad la primera fuerza política de España, manteniendo casi constante su porcentaje global, el ascenso del Partido Popular -que se beneficia del hundimiento del centro suarista- permite a los conservadores acceder a algunas alcaldías tan significativas como la de la capital, Madrid, donde alcanza la mayoría absoluta. Tercero, que si bien la izquierda sociológica sigue siendo mayoritaria en el conjunto de España, los pactos entre los conservadores y diversos partidos regionalistas moderados puede desplazar de numerosos ayuntamientos y algunas comunidades no ya sólo a los socialistas sino a su eventual alianza con Izquierda Unida.Junto a ello, la dimisión de Suárez, anunciada pasada la medianoche en un rasgo de coherencia más, prefigura seguramente la definitiva extinción de su partido, aglutinado antes por la identificación con su líder que por su ideología o estrategia. No siendo escasa paradoja ésa de que el partido que se define como centrista por antonomasia desaparezca justo cuando los resultados indican una mayor concentración del electorado en posiciones genéricas de centro. En cualquier caso, el papel de Adolfo Suárez en la historia contemporánea de España en absoluto podrá ser cuestionado por este poco brillante colofón.

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De la combinación de esos datos se deduce un cierto cambio en el comportamiento electoral de los españoles (a la vez menos participativo y más utilitarista) y también, consecuentemente, la perspectiva de un panorama político diferente al dominante en los años ochenta: volcado al centro pero más plural ahora, y caracterizado por la proliferación de pactos y alianzas de conveniencia, de interés, flexibles, entre fuerzas a veces bastante heterogéneas. Esta necesidad de consenso político -y social- ayudará a la necesaria vertebración del país.

Madrid, Sevilla, Barcelona

Otras conclusiones significativas de la jornada serían las siguientes: el ascenso generalizado de Izquierda Unida -y de Iniciativa per Catalunya-, bastante homogéneo en todo el país y espectacular en algunas ciudades, y cuyo papel como aliado imprescindible del PSOE se ve revalorizado por la desaparición del CDS en varias asambleas regionales y muchos municipios, en los que no alcanza el mínimo legal del 5%. Julio Anguita se ha revalidado en estos comicios como un líder solvente y nada coyuntural; su provecto federal se convierte en imprescindible, rompe el bipartidismo estatal, y la tendencia de este voto de izquierda radical adquiere otro valor, como decía su lema electoral, a la luz de lo que está sucediendo con los comunistas y sus aliados en otros lugares de nuestro entorno europeo.

La victoria del PP en Madrid, donde alcanza la mayoría absoluta, supone para el PSOE -aunque haya crecido en porcentaje de votos- una derrota de gran alcance simbólico, que se une a las probables pérdidas de las alcaldías de Sevilla y Valencia, en ambos casos frente a previsibles alianzas de los conservadores de Aznar con partidos regionalistas.

El contrapunto de esa triple contrariedad para las expectativas socialistas es la mayoría de Maragall en Barcelona, lo que le permitirá inaugurar los Juegos Olímpicos: aunque no disponga de mayoría absoluta, le basta la abstención de Iniciativa per Catalunya para proclamarse alcalde. En general, el socialismo catalán obtiene buenos resultados en esta comunidad, consolidando posiciones en Gerona y remontando espectacularmente en Lérida, todo ello frente a un relativo estancamiento del nacionalismo moderado de Pujol, que se ve también acosado por su flanco radical por un ligero ascenso de Esquerra, y que no ha conseguido sus principales objetivos en esta convocatoria. Pese a la ausencia del vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, en la larga noche electoral, puede decirse que el triunfo del PSC cuenta en su haber.

En el País Vasco, el PNV continúa su recuperación del conjunto del voto nacionalista moderado, singularmente en Alava, aunque Eusko Alkartasuna se mantiene como la primera fuerza en la capital de Guipúzcoa.

La reducción de la participación hasta el 60%, por debajo incluso de las elecciones locales de 1979, que marcaban el mínimo hasta ahora, no puede explicarse únicamente por la soleada tarde de mayo. Para empezar, ya es bastante significativo que, contra lo que ocurre en otros países, aquí se produzca una mayor abstención en los comicios locales, en los que en teoría se abordan los problemas más próximos a los ciudadanos. Pero además, la irregular distribución de esa abstención, con mayor incidencia en las grandes ciudades -singularmente en Madrid, que tradicionalmente figuraba entre las de más alta participación- no puede explicarse al margen del rechazo por parte del electorado urbano de una clase política muy desprestigiada por las denuncias de corrupción y cuyas listas revelan la escasa renovación producida en el personal político. El escaso relieve de algunos candidatos ha podido ser otro factor.

En conjunto, las elecciones parecen trasladar a los ámbitos autonómicos y municipales las tendencias ya apuntadas en las generales de 1989 en el sentido de propiciar un panorama más plural. Uno de los efectos de ello puede ser la pérdida de la exigüa mayoría socialista en el Senado: actualmente pertenecen a dicho partido la mitad más uno de los senadores, y en breve habrán de ser designados 27 representantes de las conunidades autónomas. El otro efecto será la configuración de mayorías más heterogéneas tanto en las autonomías como en muchos ayuntamientos.

Las posibilidades de pactos

Con todo, el PSOE sigue conservando la mayoría absoluta en cuatro de las 13 comunidades que ayer elegían su parlamento, y es la minoría mayoritaria en otras seis comunidades. En el periodo 1979-1983 los socialistas gobernaron en once de esas trece autonomías, y desde esa última fecha en siete de ellas. Del juego de alianzas depende que esa cifra se mantenga ahora, dado el equilibrio de fuerzas establecido en varias de ellas por el efecto combinado de la desaparición del CDS, que favorece al PP, y el ascenso de IU, que podría compensar el deterioro del PSOE. Este partido dispone de varias alternativas posibles de pactos, mientras que los populares sólo cuentan con potenciales aliados allá donde los regionalistas moderados han obtenido representación, como en Valencia o Aragón, y tal vez en algunos municipios andaluces.

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