La eñe en el ordeñador
Cariño: añoro los porteños años de antaño, teñidos de soñolientas señoras esperando con pañales la cigüeña, y de añejosJampinos companeros, risuenos como unas castañuelas. Con ceños aguileños escudriñábamos la campiña sin montañas del terruño -mañanas de cumpleaños o señales de quinceañeras hazañas y, de paso cañazo, riñas aniñadas diseñadas para enseñarnos los tamaños daños del ensañamiento y la cizaña. Desenmarañando aquellos desmañados aunque halagüeños sueños de leñoso cuño, añicos entrañables que rasguñan como arañas nuestros bruñidos empeños, a regañadientes saco el pañuelo y añado puñetazos de pequeño muñeco en un dañino baño de apanadas artimañas que me atañen. Desentrañar con la uña del meñique esas mígrañas, ordeñar la añoranza de cañas, cabañas y castaños, escalar a cañonazos el enganoso peñón del ensueño, es como un guiño.Entrañablemente, iñácate!
P. D.: No seas ñoña, puñetas, y añádele la eñe a tu ordeñador-
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