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ENCUENTROS DE TEATRO DE BERLÍN

Heiner Müller presenta 'Hamlet / HamIet máquina', un maratón de siete horas

Siete horas dura el contundente hiperespectáculo que Heiner Müller ha presentado en los Encuentros Teatrales de Berlín, con el Ensemble del Deutsche Theater, el teatro nacional de la parte oriental de la ciudad. En realidad se trata de la conjunción de dos obras, el Hamlet de Shakespeare y Máquina HamIet del propio Heiner Müller, más una serie de textos de otras obras shakespearianas y de la pieza teatral de Zbigniew Herbert Fortimbras Klage (El lamento de Fortimbrás).

Tras los acontecimientos históricos del último año, que han transformado el mapa político geográfico de Centroeuropa, de mayor prestigio en toda Europa durante las últimas dos décadas por su aportación al teatro político, una aportación que trasciende radicalmente la tradición brechtiana.Plenamente consciente de la expectación que despertaba tras la caída del muro de Berlín su próxima puesta en escena, Heiner Müller se decidió por Hamlet, en la consideración de que el ejemplo clásico siempre es buen soporte para comentar la actualidad histórica. También, porque la obra de Shakespeare contiene un trasfondo político -cambios más o menos violentos de poder, luchas por el mismo, intentos de reconstrucción eufórica del Estado por parte de la nueva pareja real, desencanto y rechazo de la situación creada tras el cambio, agitacíón popular e intrigas políticas- que presenta suficiente similitud con la realidad política de la ex RDA como para permitir comentarla con facilidad, sin caer en tópicos rápidamente amasados o tergiversaciones grotescas. Como el mismo Müller comenta, "Hamlet transcurre durante la ruptura entre dos épocas, y ésa es nuestra actualidad".

Rabiosa radicalidad

Ese mismo trasfondo le había permitido con anterioridad la creación de Hamlet maschine (Máquina Hamlet), texto de rabiosa radicalidad frente al poder, la corrupción y el heroísmo demagógico-moral de cualquier signo. Su inclusión en la obra shakespeariana hace alcanzar a la pieza un valor más universal y no sólo próximo a la realidad de la Alemania Oriental, de la que es un reflejo indiscutible.El montaje presentado en Berlín cuenta con aparatosos cicloramas panorámicos que recuerdán la arquitectura interior montimentalista de los edificios oficiales del socialismo. La escenografía es de Erich Wonder, que consígue con los reducidos medios con que aún cuentan los teatros del Este una imaginería gigari.tesca y espectacular y una expresividad fascinante en su barroquismo, desde el enorme charco de agua que cruza la escena envuelta en velos, pasando por los televisores en el patio de butacas, que proyectan varias escenas desde otro punto de vista, hasta, las luces que se obstinan en subrayar esa fantasmal Dinamarca, sombría y carcelaria.

UIrich Müller es Hamlet, intelectual atrapado en el engranaje político que magistralmente muestra el desamparo, la impotencia del individuo frente a los procesos históricos y la mala conciencia del que no puede, ni sabe, pactar con un mundo corrupto. Un trabajo excelente que huye de poéticas metafisicas y se debate en la corporeidad de la frustración ética y la impotencia política.

El texto del polaco Zbígniew Herbert le sirve a Müller para dar el puntillazo a esas siete horas -en las que en ningún momento ceden la tensión dramática ni el interés del público-, barriendo cualquier esperanza de libertad y apuntando la premonición de nuevas cárceles y opresiones, esta vez hijas del capital.

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