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"Nunca en mi vida he sufrido tanto"

Juan Jesús Aznárez

Regresan al Kurdistán iraquí con los niños, los bártulos y nuevas penalidades que contar. Son ya unos 20.000. Harapientos y desconfiados, vuelven a Zajo en camiones, coches, en burro, a pie. Muchos de ellos, como la familia de Wansa Ismail, cruzaron por segunda vez los pasos fronterizos turcos, en una travesía cruel y agotadora que duró cuatro días y cuatro noches. Con seis hijos, uno de año y medio en brazos y embarazada de cinco meses, Wansa acampó en los desfiladeros y en las laderas más abrigadas de la cordillera que comparten Irak y Turquía. "Nunca en mi vida he sufrido tanto". Pasa a la página 5

Los refugiados kurdos desandan el camino

Viene de la primera página

Desde Shiransh, ciudad destruida por los iraquíes en la represión de 1988, hasta las faldas más elevadas de los macizos montañosos por los que huyeron los kurdos, hay 15 kilómetros que señala una hilera interminable de vehículos abandonados por sus propietarios en la. huida que comenzó a finales del mes de marzo.

El retorno de los kurdos asentados en Ikstveren o en otros campamentos no es masivo, pero a lo largo de esta ruta se observaba ayer un tráfico rodado fluido y algunas caravanas militares francesas o británicas efectuaban viaje de ida y vuelta para recoger a refugiados que decidieron volver.

La mayoría de las familias que regresan no se detienen en el campamento levantado por Estados Unidos en Zajo, y vuelven directamente a sus hogares en esta población, donde 50 policías iraquíes se pasean por sus calles sin aparentar temor al regreso masivo de una población que les es hostil.

Irshan Hussein, con su fotografía y nacionalidad en una identificación que cuelga de su uniforme de policía iraquí, subraya no haber tenido problemas. "Somos 50. Creo que nos quedaremos permanentemente. Uno de los kurdos que: decidió volver agrega que tomó esta decisión cuando su familia llegó al límite.

En un cafetín próximo al lugar donde patrulla Hussein, Anuar Mohamed dice que su hermano, más asustado de los iraquíes, optó por el campamento de Habur, instalado cerca de Siropi y atendido por el Gobierno de Turquía.

Campamentos tribales

Kurdos que huyeron de poblaciones con menor presencia militar multinacional son los principales inquilinos de las cómodas instalaciones de Zajo, que albergan a poco más de un millar de refugiados agrupados por clanes y tribus.

"Si se van los norteamericanos volveremos a las montañas. No confiamos en Sadam Hussein", advierte Yassi Mohamed. "¿Dice usted que está muy debilitado? Cuando se retiren los europeos y los norteamericanos verá como recupera las fuerzas contra nosotros".

Mohamed reconoce que en este campamento están bien. "La vida es buena, mejor que el frío de las montañas".

La lluvia embarró de nuevo el Kurdistán iraquí y las gasas blancas y azules de Wansa, que a sus 32 años aparenta 50, apenas sí conservan sus colores naturales.

La travesía por las montañas le agrietó los labios y le ennegreció la cara, al igual que a muchos de los refugiados que en las proximidades esperan un vehículo para retornar a sus casas o a los campamentos bajo control internacional.

Mientras su marido carga de harapos y trastos una furgoneta descubierta, Wansa Ismail recuerda que vio morir a 10 personas, en su mayoría niños y ancianos, y que hizo la travesía con sus hijos más pequeños en brazos o cargados a la espalda.

Aunque los marines le dijeron que nada tienen que temer, no piensan volver a Zumail, su población natal en Irak, siempre y cuando Sadam Husein se mantenga al frente del régimen de Bagdad.

Animación recuperada

"No queremos recibir más órdenes de él". Esta familia, que lamenta su incierto futuro, subraya que no tienen trabajo.

"Teníamos varias vacas pero no sabemos qué fue de ellas. Nosotros pudimos guardar un poco de dinero, pero otros no disponen de nada". Las calles de Zajo han recobrado algo de la animación perdida con el éxodo, pero la mayor parte de sus comercios permanecen cerrados. Sólo en su centro urbano hay vida y algunos establecimientos abiertos.

Anuar Mohamed, un kurdo que malvivió 15 días en las montañas, enseña un fajo de dinares iraquíes y dice: "Por el momento, las cosas marchan bien, incluso he cobrado mi sueldo como funcionario del Ayuntamiento".

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