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La artista de la República

"Era una de las mujeres más bellas de su tiempo y había hecho una carrera de niña prodigio", asegura el cineasta José María González Sinde en una entrevista que hizo a Rosita Díaz Gimeno -la actriz ya fallecida- en 1982. Fue en Nueva York, en el tercer piso de una casa vieja y sin ascensor que la actriz ocupaba con su esposo, Juan Negrín, hijo. Rosita conoció los calabozos del Alcázar de Córdoba y de la Dirección General de Seguridad de Sevilla. Tras un largo rosario de sufrimientos, llegó el exilio, la prohibición de sus películas y hasta de su propio nombre, y, Únalmente, el olvido, recuerda González Sinde. Un contrato con Cifesa la devolvió a la España de 1936 tras una brillante carrera cinematográfica en Europa y EE UU contratada por la Paramount primero, y por la Fox después. La guerra civil la sorprendió en Córdoba, en pleno rodaje de El genio alegre. "Me llevaron detenida al Alcázar. Estuve 32 horas sin comer ni beber, ni siquiera evacué en ese tiempo. A los tres días me devolvieron al hotel, vigilada día y noche", rememora Rosita en la entrevista. "Después me trasladaron a Sevilla y allí fue peor". El director general de seguridad -"un hombre joven, un chulo, un tipo despreciable"- la dejó marchar a Salamanca, donde consiguió un pasaporte: "E] número 17 del Gobierno de Franco, aún lo conservo", dijo Rosita en 1982. En Francia la esperaban representanties de la Fox y la Columbia. Atrás quedaba la familia, los amigos, en plena guerra."Pero tendría ideas políticas; de usted se ha dicho que era la artista de la República", comenta González Sinde. Y Rosita contesta: "Yo no tenía ideología política ni pertenecia a ningún partido, pero viendo lo que yo he visto, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad sabe qué partido tornar".

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