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El tiburón del comercio

La CE denuncia que Estados Unidos emplea represalias para conquistar mercados

Estados Unidos utiliza las amenazas de represalia comercial para penetrar en mercados de países terceros, según denuncia un informe de la CE sobre las barreras comerciales y las prácticas discriminatorias de la primera potencia del mundo. Más de 100 países asisten a la guerra cruzada entre los dos colosos comerciales, a la espera de un alto el fuego que haga posible lograr un acuerdo en la interrumpida Ronda Uruguay del GATT.

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La Sección 301 y la Super 301 -listas de la Ley sobre el Comercio que establecen las represalias a imponer por Estados Unidos a aquellos países que, a su juicio, incurren en prácticas desleales- "tienen el efecto de una bomba atómica por su capacidad disuasoria", afirma John Richardson, director de la CE para las negociaciones comerciales con Estados Unidos.Europa ha experimentado en propia carne los efectos de esa bomba. La directiva comunitaria que prohibe el consumo y, por tanto, la importación de carne tratada con hormonas originó la inmediata respuesta de Estados Unidos. El aumento del 100% de los aranceles sobre el queso y otros productos lácteos importados de la CE ha provocado una pérdida de 10.000 millones de pesetas al año.

Hace poco más de un mes, la Administración estadounidense denunció ante el GATT las subvenciones que Alemania concede a los aparatos Alrbus para compensar el efecto sobre el precio inte rnacional de las variaciones a la baja del dólar. Las represalias y medidas de respuesta han salpicado la historia comercial EE UU-CE de los últimos años, pero no son más que una pequeña parte de los intereses en juego.

La Comunidad y Estados Unidos representan ellos solos más de la mitad del comercio mundial. A pesar de los problemas, se conceden trato privilegiado y son a la vez, uno para el otro, mejor proveedor y cliente. La suma de sus intercambios asciende a 19 billones de pesetas al año, mientras que las inversiones superan los 38,5 billones. Los europeos han colocado más dinero en el mercado norteamericano que los japoneses.

De las dos potencias depende el éxito de las negociaciones del GATT para la liberalización del comercio mundial. La Ronda Uruguay está bloqueada en simples discusiones técnicas a la espera de una base de acuerdo para reiniciar las sesiones a nivel ministerial. En este clima de espera, EE UU publicó el 26 de marzo su informe sobre las barreras comerciales, en el que acusa duramente a la CE por su proteccionismo agrario. Las subvenciones al campo son la causa principal del desacuerdo en el GATT.

La reacción comunitaria no se ha hecho esperar y el pasado jueves dio a conocer su informe sobre las discriminaciones estadounidenses que "impiden a las empresas de la CE hacer negocíos en Estados Unidos". La Comunidad, que el pasado mes de diciembre salió como responsable del fracaso de la Ronda Uruguay, ha decidido contraatacar para demostrar que "el proteccionismo norteamericano es mayor" y que las ayudas públicas al campo son sólo una parte del problema que enturbia el comercio mundial.

"Estados Unidos no está libre del tipo de barreras al comercio y a las inversiones que condena en otros, y el proteccionismo inspira la política y la legislación", dice el informe. No menos de 70 medidas discriminatorias falsean el liberalismo comercial que predica. Aparte de las medidas de represalia, las leyes norteamericanas, como la Trade Act de 1988, sancionan un recurso a la respuesta unilateral que está en contradicción con la conducta multilateral que impone el GATT. Los casos más claros son las restricciones en materia de telecomunicaciones -una protección encubierta a los suministros de la AT&T-, patentes y contratos públicos.

Exportaciones embargadas

La ley para la protección de ciertas especies marinas, entre ellas los delfines, le confiere el derecho discutible de llevar las represalias no sólo al país directamente en conflicto, sino a los que comercien con el embargado. De esta forma, España, Italia, Francia y Portugal sufren un embargo secundario de sus exportaciones pesqueras a Estados Unidos por vender simultáneamente a México. El perjuicio fue en 1989 de 520 millones de pesetas, pero la amenaza se extiende ahora a productos por valor de casi 7.000 millones de pesetas.

La Comunidad proclama que sus aranceles son, en general, más bajos que los estadounidenses. La afirmación es cierta para casi todos los productos industriales, pero el perjuicio mayor para los exportadores europeos es la incertidumbre en que se mueven por la facultad norteamericana de reclasificar sus tarifas. Esa práctica discutible se aplica frecuentemente a productos cerámicos, cubertería, cristalería, algunos textiles, calzado y ciertos productos agrarios. Estos ajustes privan a los vendedores europeos de 150 millones de pesetas al año.

La Administración norteamericana impone medidas fiscales discriminatorias a productos e inversiones extranjeras. También un recargo del 10% sobre los automóviles de lujo importados (precio superior a 30.000 dólares), yates, aviones, joyería y peletería.

La cerveza, el vino y los licores pagan un impuesto extra cuando provienen de fuera. Los barcos construidos en el exterior no tienen apenas cabida en el mercado norteamericano, pero, con todo, las principales restricciones provienen del Departamento de Seguridad, que por razones políticas cierra el paso a los proveedores extranjeros.

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