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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Precios y tipos de interés

FRENTE A la práctica totalidad de las previsiones, el crecimiento del índice de precios al consumo (IPC) durante el mes de marzo (0,3%) ha conseguido mantener la correspondiente tasa anual en el 5,9%. El comportamiento de los precios de los alimentos ha sido, junto al descenso en la energía, el componente que más ha contribuido a la contención de esa tasa de inflación, mientras que el correspondiente capítulo de servicios ha seguido ilustrando la fácil transmisión a sus precios finales de las ineficiencias y ausencia de concurrencia exterior que caracterizan a esos sectores. La denominada inflación subyacente (excluidos la energía y los alimentos sin elaborar), cada vez más representativa de las tensiones inflacionistas de nuestra economía, se ha mantenido en un 6,5% anual.La reacción de los mercados financieros a ese registro inflacionista y, en concreto, el ligero descenso en el precio del dinero a la totalidad de los plazos en el mercado interbancario anticipan la previsible continuidad de la orientación menos restrictiva de la política monetaria; el mantenimiento de esa moderación en los próximos registros de inflación debería traducirse en caídas adicionales de los tipos de intervención del Banco de España. Una orientación, por otro lado, homologable a la existente en el resto de los países europeos (con la única excepción de Alemania), empeñados igualmente en propiciar, mediante reducciones adicionales en los tipos de interés, una equilibrada recuperación de sus economías desde la actual situación de reducido, cuando no nulo, crecimiento.

Lógicamente, la condición para que esa pretendida recuperación cobre visos de realidad y extienda sus efectos al conjunto de los agentes económicos no es otra que la transmisión de esos más bajos precios del dinero en los mercados mayoristas a los correspondientes tipos sobre los préstamos que bancos y cajas de ahorro conceden a sus clientes y, muy especialmente, a las empresas. La reacción de la política de precios sobre las operaciones activas de las entidades bancarias no ha sido, sin embargo, equivalente en su ritmo, y mucho menos en su magnitud, a la flexibilidad de las condiciones monetarias. Una disposición bien distinta a la mostrada en la reducción de la remuneración de las cuentas de pasivo que, desde antes de que el Banco de España redujera sus tipos de interés, iniciaron descensos graduales en la remuneración de sus cuentas corrientes, en especial las denominadas supercuentas.

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Independientemente de los descensos practicados por algunas entidades bancarias en los tipos de interés preferenciales, de alcance limitado (aplicables a los mejores clientes de los prestamistas), únicamente han sido significativas las reducciones en los tipos de interés de los préstamos con garantía real, concretamente los hipotecarios. Es en este segmento de mercado donde parecen localizarse mayores atisbos de competencia, pero en modo alguno susceptibles de configurar una guerra del activo de características similares a la planteada con las supercuentas. Un segmento, el hipotecario, predilecto para los bancos dada su reducida morosidad, las relaciones de lealtad comercial asociadas a la dilatada vinculación que se ve obligado a definir el cliente y, en última instancia, al respaldo de la garantía específica. Con todo, tampoco puede excluirse este tipo de operaciones de la genérica ineficiencia que caracteriza al sistema bancario español; comisiones, gastos de diverso tipo y escasa información pueden contribuir a elevar el coste real de esos préstamos por encima de los publicitados, como manifestó el pasado miércoles una sentencia de la Audiencia de Barcelona.

El reforzamiento de la competitividad que las empresas españolas han de poner de manifiesto en ese ya inmediato horizonte del mercado único europeo tiene como precondición la continuidad en esa contención de la inflación que estos primeros meses de 1991 parecen apuntar. Esfuerzos que siguen mediatizados, más intensamente que en los países de nuestro entorno, por la lentitud de las empresas financieras en la eliminación de sus ineptitudes históricas y la facilidad para su transmisión a los restantes agentes económicos.

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