Tejas abajo

LOS PRONUNCIAMIENTOS públicos de los obispos son respetables, pero no más -ni menos- que los de otros colectivos interesados en influir con sus opiniones en la sociedad. El documento episcopal sobre el aborto refleja las opiniones -y seguramente las obsesiones- de algunos ciudadanos, sus redactores e inspiradores, sin que sea posible tomarse en serio su pretensión de estar diciendo la última palabra en torno a cuestiones científicas o de moral que son objeto de debate entre los especialistas y sobre las que no existe unanimidad, ni siquiera entre los creyentes.El documento va dirigido no sólo a los "fieles cristianos", sino a "todos los ciudadanos". Sería lógico, por ello, esperar del mismo una argumentación racional, asumible también por quienes no comparten la fe de los redactores, y no meramente dogmática, Tal argumentación brilla, sin embargo, por su ausencia, sin que los excesos en la adjetivación -genocidio, totalitarismo, campos de exterminio- puedan considerarse un sustituto válido. De ahí que resulte dificil ina disusión de igual a igual con la opinión episcopal. En todo caso, y desde consideraciones puramente humanitarlas, cabe decir que si al efecto amedrentador de tales calificativos se una la expresa amenaza de excomunión y otras severas amonestaciones, el documento resulta notablemente cruel, incluso despiadado, para algunos sectores de la población: precisamente para los menos informados, más desprotegidos y más atormentados por realidades como las que frecuentemente subyacen tras la decisión, siempre drámática, de recurrir al aborto. Ya es bastante penoso para miles de mujeres tener que pasar por esa prueba para que encima vengan los obispos y sus portavoces literarios a agobiarlas con sus propias fantasmagorías.