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DESAPARECE "EL HOMBRE TRANQUILO"

El escritor guionista

O. M.No hay nada de sorprendente en el hecho de que Graham Greene sea un novelista varias veces convertido en guionista o Inspirador de películas. Tal y como acostumbra a suceder con los mejores escritores de novelas policiacas, no siempre la versión cinematográfica de sus textos está a la altura de su universo literario. Greene no es una excepción, pero la real calidad de El tercer hombre, de Carol Reed, y con un genial Orson Welles como fascinante y ambigua encarnación del mal, pudo compensarle de los disgustos que le causó el ver cómo J. L. Mankiewicz simplificaba el discurso moral de El americano tranquilo o cómo Otto Preminger se quedaba a medio camino en El factor humano. Viajes con mi tía le pusieron en manos de un Cuckor que atravesaba una crisis de senilidad, y en Los comediantes topó con el talento estrictalmente teatral de Peter Glanville.

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Las novelas de Greene han aportado al cine espías humanos, luchadores escépticos y una galería de gente escindida entre sus convicciones humanistas y difusamente socialistas y una práctica política a menudo criminal. En el Orson Welles que trafica con penicilina en la Viena arruinada de la inmediata posguerra se ha querido ver a Kim Philby, el célebre espía británico al servicio de los soviéticos con el que Greene trabajó durante un periodo y al que visitó en secreto en la Unión Soviética. El actor americano es en El tercer hombre un personaje tan maligno como atractivo, un brillante argumentador de la necesidad de los pequeños males para hacer triunfar los grandes bienes.

En El americano tranquilo Mankievicz reescribe la segunda mitad de la novela y convierte lo que era un título irónico en pura literalidad.

Fobias

Los americanos nunca gozaron de las simpatías de Greene, que les detestaba por su arrogancia de europeos que han crecido demasiado rápido. Tampoco sentía ninguna simpatía por los británicos cuando salían de las islas, pues les reprochaba su incapacidad para interesarse por formas de vida que no fuesen las suyas. En Viajes con mi tía ése fue uno de los temas centrales, tratado siempre con mucho humor. En Nuestro hombre en La Habana y en The comediants, el Caribe es el marco inquietante para unas aventuras poscoloniales.

John Ford resucitó la panoplia expresionista cuando rodó El fugitivo, una buena versión de El poder y la gloria. Fritz Lang, en Hollywood, dirigió alguna de sus secuencias más tensas en El ministro del miedo, una historia con nazis y un Londres oculto por la niebla. Richard Attenborough era el protagonista de Brighton, parque de atracciones.

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